Por Fernando Savater |
Szasz escribió contra el mito de la enfermedad mental (si es enfermedad no es mental, lo mismo
que si vemos malos programas de televisión no es porque nuestro receptor esté estropeado) y a favor de nuestro derecho a usar las drogas que otros quieren prohibir. Pero sobre todo su obra es una encendida defensa
de la libre autonomía personal como blasón de la dignidad humana. Quien se respeta a sí mismo, repite Szasz de mil maneras, “la considera no negociable y no la cambia ni por la salud ni por la riqueza
ni por nada”.
El empeño del Estado, ese ogro filantrópico, es lograr que renunciemos a la autonomía personal para disfrutar de su protección sin sentirnos responsables,
es decir culpables o amenazados... por nosotros mismos. Del Estado policial de los colectivismos vamos pasando al Estado Clínico democrático, que no impone la ideología sino la curación.
¿Qué pensaría Szasz de la reclusión obligada como remedio a la covid-19? ¿La consideraría la ocasión soñada para el triunfo definitivo
del Estado Clínico o una medida que favorece los abusos pero es inevitable ante la dificultad de tanta gente para gestionar su libertad sin dañar a los demás? ¿Se habría quedado en casa el
doctor Szasz, aunque desde luego sin aplaudir en el balcón?
© El País (España)
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