Por Almudena Grandes |
La presentó
como una de sus medidas para impulsar la reactivación de la economía y no pasó nada. Desde la aparición del virus, yo pensaba que el laboratorio que desarrollara un tratamiento eficaz se iba a forrar,
pero nunca pensé que alguno llegaría a forrarse gracias a un tratamiento ineficaz.
La única explicación posible es que Trump asume que se mueran todos los que se tengan que morir con tal de que la crisis económica no perjudique su campaña
electoral. El mismo argumento sostiene actuaciones menos pavorosas pero igualmente inmorales en países de todo el mundo, cuyos dirigentes hacen contabilidad creativa con el número de víctimas o se encomiendan
a la Virgen María para no confinar a la población, o para desconfinarla antes de tiempo.
Se diría que los muertos pierden importancia con el tiempo, que quienes murieron hace dos meses son más importantes que quienes murieron ayer. Tal vez por eso, Abascal
denuncia que el estado de alarma es un instrumento que vulnera las libertades. Los españoles deben ser libres para enfermar y para morir, cabría concluir. Según Arrimadas, la responsabilidad de las muertes
y de la caída del PIB no es del virus, sino del Gobierno. Ayuso intentó culpar en un primer momento a Podemos de las aglomeraciones en Ifema. La desfachatez es un virus que crece exponencialmente.
© El País Semanal
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