Por Laura Di Marco
Hoy como nunca quedó claro que Cristina Kirchner está acelerando a fondo para llevarse puesta a la Justicia y que empezó a correr la cuenta regresiva para que Alberto
Fernández cumpla con su parte en el pacto inicial que, se sospecha, los llevó al poder: lograr la limpieza de sus causas y la de sus hijos.
Te voy a mostrar los hechos concretos que van en este sentido. Podríamos decir que, con lo que pasó hoy en el terreno de la Justicia -una movida muy relevante, en la meta
de la impunidad- y lo que podría pasar, Alberto Fernández se mostró claramente, ya no como presidente, sino como el abogado penalista estrella de Cristina.
Las interpretaciones son subjetivas, pero los hechos son soberanos. Hablan por sí mismos. Veamos hechos, entonces:
Hoy la Oficina Anticorrupción -es decir, el Gobierno, decidió retirarse de las principales causas que investigan por corrupción a Cristina: Hotesur y Los Sauces,
los casos que más preocupan al kirchnerismo porque además son expedientes donde están procesados Máximo y Florencia Kirchner.
El jefe de esta oficina, crucial en la lucha contra la corrupción, es Félix Crous, un militante hiperkirchnerista igual que Horacio Pietragalla, el secretario de Derechos
Humanos que pidió por la libertad de Ricardo Jaime y Martín Báez.
¿Qué significa esto? Indudablemente, un golpe a esas causas. Mucho más si, como especula la oposición y funcionarios judiciales críticos, otro organismo
del Estado, la Unidad de Información Financiera, también desistiera de ser querellante, es decir, acusadora en esta causa, como circula en los pasillos de la Justicia. Al frente de esta otra oficina, la UIF,
está Carlos Cruz, un abogado peronista profesor universitario, muy amigo del Presidente.
Cruz, igual que el jefe de la Oficina Anticorrupción, dio indicios de que su oficina podría dejar de ser querellante en los casos que complican a Cristina, cuando fue nombrado
en su cargo: entonces dijo que la UIF, que se dedica a investigar delitos financieros, debería abocarse a casos de lavado de dinero a través de las off shore, no a poner la lupa en la corrupción estatal,
la de los políticos.
No se los puede acusar de no blanquear sus objetivos para quienes quieran verlos.
Pero el plan parece ser más ambicioso, a juzgar por las declaraciones de los propios protagonistas. En una entrevista que publica hoy Clarín, Crous hizo una declaración
que podría anticipar un desguazamiento de la Oficina Anticorrupción, un organismo que siempre fue molesto para el kirchnerismo.
Dijo Crous: "Este es el primer capítulo para reordenar nuestra intervención judicial. Desistiremos de otras querellas más e iniciaremos otras pocas".
En medio de la pandemia, el Presidente busca tratar una reforma judicial que, en este contexto, siembra muchas dudas. Se habla de una ampliación del número de miembros
de la Corte: llevarla de 5 a 7, a 9 o incluso a 15. El abogado de Julio De Vido, Maximiliano Rusconi, tiró este último número.
Pasado en limpio, la actual composición de la Corte les impide dominarla por completo. Lo que necesitan son cortesanos afines: por eso se habla de Raúl Zaffaroni o incluso
del radical Ricardo Gil Lavedra que, según la oposición y los funcionarios críticos, es muy afin al peronista Ricardo Lorenzetti, que fue presidente de la Corte durante la época de Cristina.
Sería toda una paradoja que el ex jefe de Gabinete de Néstor Kirchner Alberto Fernández, que tanto criticó la mayoría automática del menemismo
y que apoyó la reducción de la Corte a cinco miembros, creando una Corte prestigiosa en el primer gobierno kirchnerista, termine ahora impulsando una nueva versión de Corte adicta.
Hace un año, Alberto Fernández era señalado como el operador principal ante la Corte Suprema para frenar el inicio del primer juicio por corrupción contra
Cristina, vinculado con la obra pública: la llamada causa de Vialidad. La maniobra finalmente fue abortada por el repudio generalizado que provocó, incluso hubo cacerolazos. Pero los protagonistas, Alberto y
Cristina, no olvidaron el objetivo final: un fallo de la Corte que demorara al infinito el inicio del juicio que investiga los contratos de Lázaro Báez.
Eso es lo que Cristina quiere ahora corregir.
Ahora va quedando más claro también lo que te contamos la semana pasada en La Trama: en la reunión de tres horas a solas entre Alberto y Cristina de la semana pasada,
la vice presionó sobre la ministra de Justicia, Marcela Losardo, porque entorpece sus planes. El problema es que Losardo es el alter ego de Fernández. no le va a resultar sencillo ese objetivo.
Por eso cuando el Presidente quiere enviar, en medio de la pandemia, una reforma judicial con el declarado noble objetivo de que descontaminar a la Justicia de los servicios de inteligencia,
no se puede menos que sospechar de esa intención.
¿Busca Alberto Fernández sanear Comodoro Py, un objetivo elogiable que comparte con el expresidente Macri, o busca en cambio poner allí jueces del palo? Para garantizar
la definitiva cooptación de la Justicia, el cristinismo fundó la agrupación Justicia Legítima, con funcionarios judiciales leales.
Desde hace varios días el Presidente se viene peleando con todo el mundo. Arrancó con Suecia, siguió con los que compran dólares y terminó con María
Eugenia Vidal, que hoy reapareció en Lanús y que está volviendo al trabajo político en el territorio, físicamente y por Zoom.
Cometió un error, inexplicable en un político hábil, al atacar a Vidal, como lo hizo esta semana por el estado de los hospitales en la provincia de Buenos Aires,
sobre todo los de La Matanza, un territorio donde se concentra la pobreza como pocos y que fue gobernada, en forma ininterrumpida, desde el regreso de la democracia por la misma fuerza política del Presidente.
¿Por qué un error? Vidal perdió las elecciones en la provincia básicamente por el fracaso económico del gobierno de Macri, pero se fue del poder con
una imagen muy alta. Hay una teoría con bastante consenso entre los consultores de imagen y es esta: no es buena idea atacar a alguien con ponderación positiva en la sociedad, mucho menos si el ataque es de un
hombre hacia una mujer. Aquí por supuesto también entran a jugar factores psicológicos colectivos: pareciera haber algo en el inconsciente colectivo que castiga esas maniobras, a la que hoy se sumó
su ministro de Salud, Ginés González García. Es el mismo dilema que tenía Macri con Cristina, por eso nunca la atacó directamente. A esa tarea se la dejaba a otros.
© La Nación
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