Por Javier Marías |
Y desde que estalló esta epidemia (bueno, ya antes, pero no de forma tan insultante), los informativos de TVE —o el único que veo, el de las 3— se parecen cada vez más
a los de aquel locutor, Urdaci, que sirvió con abyección al Gobierno de Aznar.
Sin duda la actual y “transitoria” responsable de TVE, de quien guardaba buen recuerdo de su larga etapa como presentadora, sabe que, pese a la pérdida más
o menos continua de espectadores, todavía hay muchísima gente para la que cuanto se anuncia desde ese ente, va a misa. También es mucha la que sólo se informa a través de él, y no
la culpo: desde que apareció la enfermedad, me he prohibido asomarme a las cadenas más sensacionalistas y parciales, como la Sexta, a las histéricas, a las carroñeras, a las que siempre sacan beneficio
del sufrimiento ajeno; es decir, a casi todas. Uno, ingenuamente, espera de TVE un mínimo de objetividad y contención, y todavía lo encuentra en sus mejores profesionales, Ana Blanco, Lara Siscar, Lorenzo
Milá, Franganillo y la mayoría de corresponsales extranjeros. Algo es algo. El pecado actual de ese ente financiado por todos es que ha decidido algo muy grave: que en realidad no haya informativos. El programa de lo que llaman así suele ser el siguiente: suplantación o usurpación de las noticias por interminables comparecencias de Pedro
Sánchez, María Jesús Montero (los más verborreicos y vacuos), Illa, Ábalos, Marlaska y demás. Estos políticos se especializan en soporizar a los espectadores, ser confusos,
hablar mal, repetir siete veces lo mismo, eludir las respuestas de utilidad o interés y abusar del ridículo verbo “empatizar”; y, al principio, en censurar toda pregunta peliaguda mediante un “filtrado”
digno de Putin o de Trump. En vista de su torpeza irremediable, los periodistas de TVE, cuya misión sería desentrañar los galimatías de los gobernantes y separar el escaso grano de la paja abundante,
se limitan a repetir —y por tanto a aventar— el desbarajuste original. Nada más entrarse en la “fase 0” de “desescalada”, se entretuvieron en detallar cómo serían la
“1” y la “2”, cuando llegaran y si llegaban, lo cual ha sido causa del absoluto caos general. A la gente, en TVE, lo siento, hay que hablarle con sencillez y sólo de lo vigente, no de lo que
vendrá. Lo mismo sucedió con el jeroglífico de horarios que nos impuso el Gobierno. Los reporteros, en lugar de descifrarlo y dárnoslo resumido y claro, lo repitieron sin pulir hasta la saciedad.
Nadie sabía bien cuándo le tocaba correr o pasear, como nadie supo, semanas antes, quiénes volvían a trabajar y quiénes no.
Para esta TVE, nada ha sucedido en el mundo hasta pasados 30 o más minutos de telediario, y después muy poco. En cambio, cada noticieta irrelevante o sensiblera (cuánta
sensiblería, Señor) dura una eternidad, y por supuesto los informativos tienden a lo monográfico-inane-publicitario, a lo Berlusconi en su día. Si los niños salen, se conecta con las 52 provincias
para comprobar que en cada una ha sido todo igual: patinetes, bicis, carreras. Si por fin salen los adultos a pasear, infinidad de anecdotillas viendo cómo les ha ido en cada municipio. Noticias para idiotas, falsas
noticias, cuando no ocultación de las que sí lo son. Que yo sepa, y por poner un par de ejemplos significativos, en TVE no existió el enfrentamiento del Vicepresidente Iglesias con el poder judicial a
raíz de la sentencia contra una correligionaria suya que le sentó mal, ni la fricción que se sacó de la manga con las policías nacional y urbana. Me pregunto cuánto nos falta para
que ese Vicepresidente salga bajo palio a la calle, es tanto lo que se lo blinda y protege, en el Gobierno y en TVE.
Da verdadera pena ver cómo los buenos profesionales mencionados y otros intentan salir airosos de las imbecilidades que sus redactores a menudo les dan a leer: hace unos días
aprecié la cara de circunstancias con que Ana Blanco soltó esto, más o menos: “Se ha detectado a un gato infectado de coronavirus. Respiraba tan mal que hubo que sacrificarlo. Se ha descartado que
muriera de la enfermedad”. Si se lo sacrificó, ¿cómo podía dudarse si había muerto de la infección? Muchas noticias parecen escritas por Chico, el menos gracioso de los Hermanos
Marx. Lo más penoso, con todo, es la invasión de los informativos por parte de Presidente y ministros, en una desfachatada operación de autopromoción. Cuando hablan sin parar para soltar pomposidades
confusas y “empáticas”, no basta con que sus tostones puedan seguirse en directo en el canal 24 Horas; ellos ya procuran hacer coincidir sus ruedas de prensa con la hora del telediario en la 1, para ocuparlo,
colonizarlo, y encargarse de que éstos hayan dejado de existir. Como en tiempos de Urdaci, ya digo, sólo que se sirve a otros señores, dos.
© El País Semanal
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