Por Nelson Francisco Muloni |
El mundo que conocimos (the world we knew, diría Frank Sinatra), aseguran, ya no será el mismo. Las gentes tendrán otros comportamientos y es posible que, por ello, desaparezcan hasta los abrazos, los besos y el simplón saludo
de mano. Hasta los viajes en avión o en cualquier colectivo serán distintos porque la pandemia ésta que hoy nos tiene a maltraer, parece que se asentará entre nosotros como la gripe o el simple
resfriado.
Ahora, lo que nadie dice, nadie asegura, es cómo cambiaremos y respecto de qué. ¿Es que fuimos peores? ¿Todo tiempo pasado fue mejor? ¿Dónde quedaron
el Infierno y el Paraíso? ¿Es que, acaso, los sonidos que se escuchan en el cielo anuncian el Apocalipsis? ¿Será -por si las moscas- la nueva parusía de la escatología cristiana? ¿O,
simplemente, todo seguirá evolucionando como hasta ahora, con experimentos, errores, sabiduría, desconocimiento, y todo aquello que atañe a la condición humana?
No creo que el coronavirus cambie drásticamente a la humanidad. Habrá vacunas, casi con seguridad, lo que nos permitirá seguir haciendo de las nuestras, como en
el Medioevo o en la bélica contemporaneidad que, a pesar de los siglos, se asemejaron en sus muertes, su brutalidad y su intolerancia. El ser humano no dejará su vesanía moral por el simple hecho de no
abrazar o no dar la mano en el futuro saludo que nos pronostican.
Porque, no ha de ser un virus el que nos cambie sino el equilibrio. ¿No fue la humanidad pasando de desequilibrio en desequilibrio hasta llegar a esta actualidad virósica
y empedernida en reventar al prójimo, como en cualquier otro tiempo? El equilibrio, digo, es lo que provocó -según otros entendidos- el surgimiento de la actual pandemia. La Naturaleza, la equilibrada
naturaleza, fue sacada de quicio por la humanidad y, como todo equilibrio estable, volvió a su cauce. El ser humano nunca intentó imitar a la naturaleza y descalabró hasta las nubes. ¿Alguien olvidó
de la lluvia ácida, provocada por fábricas, aviones, automóviles y hasta aparatos de aire acondicionado? Eso es desequilibrio.
Pero la humanidad ha vivido, siempre, buscando desarticular otro equilibrio: uno moral llamado Justicia. El mundo nuevo que nos auguran, ¿será más justo? Permítaseme
la duda. Una duda basada simplemente en años de haber vivido en una sociedad llena de eslóganes y regímenes que pregonaron una justicia en la que nunca creyeron. Lo dije y lo repetí muchas veces:
la Justicia -en tanto valor humano-, es la primera condición de equilibrio social. Es lo que el mundo buscó (y estropeó) desde que se asumió como sociedad y que nunca logró, claro, salvo
algunas utopías que quedaron más en el pensamiento que en la realidad.
En la Justicia como en el equilibrio, no hay un principio de acción-reacción: se es justo o se es injusto. Como el equilibrio estable. El equilibrio inestable o el indiferente,
pueden llevarnos siempre al caos. A la pandemia del caos. Del horror.
Claro que la vida no es perfecta. Pero, el equilibrio sí. Y el mundo solamente será un mundo nuevo, el día que se comprenda este concepto, físico y natural,
como puede serlo el equilibrio. La vida misma asume este condición porque, como dicen los psicoanalistas, donde hubo muerte siempre hay duelo y luego resurrección entendida esta última como re-construcción
a partir del dolor. Y eso es equilibrio puro. Eso sí es naturaleza.
Si el ser humano pudiera aspirar a ese ideal, a ese horizonte que, como dije, no es perfecto, no está demás, entonces, proseguir hacia esa aurora. Puede ser que algún
día, en medio de las pandemias, podamos continuar emocionándonos cuando nace un niño en algún hospital de campaña, protegido del virus, no solamente por el medicamento, sino por el equilibrio
de los viejos y sufrientes corazones. Y eso, sí será Justicia...
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