Por Isabel Coixet |
Puedo afirmar que cada vez que alguien al que acabo de conocer se me ha presentado diciendo lo buena gente que es él mismo he descubierto a un auténtico cabrón al que no le importa
nada ni nadie salvo su propia piel. Admitámoslo, las personas mienten, mentimos. A nosotros mismos y a los demás. El porcentaje y la distribución entre nuestras verdades y nuestras mentiras es el que nos
define a la postre. Y lo que separa a las personas más o menos normales de los psicópatas. Decir de uno mismo que se es buena gente significa o que no sabemos hasta qué punto somos cabrones
o que lo sabemos y queremos ocultarlo, mintiendo y proclamando a los cuatro vientos todo lo contrario de lo que somos.
Cuando alguien te dice que es ‘transparente’, empieza a desconfiar porque claramente quiere ocultar su doblez. O si dice hablar claro, busca inmediatamente la bruma
en la que te quiere liar porque nada bueno se avecina. No sé cuáles son los atributos de las personas sinceras, sólo sé que entre ellos no se halla el decir lo sinceras que son. Las mentirosas,
en cambio, necesitan toda una serie de trolas que sostengan esa máscara que se han fabricado sin la que se sienten vulnerables. El énfasis también traiciona a los vanidosos a los que les gusta mentir más
que hablar. ¿Cuántas veces hemos escuchado la expresión «yo no tengo ningún filtro, ninguno» de boca de alguien que no es que no tenga filtro, es que le gusta poner a caldo
lo que se tercie, sin criterio de ningún tipo, en aras de una inexistente honestidad?
Otro topicazo infalible: cada vez que un famoso/a afirma estar pasando el momento más dulce de su vida/carrera/pareja, podemos estar seguros de que está pasando
la pena negra. Lo peor es que todas estas trolas, más o menos flagrantes, han creado un extraño statu quo en el que ya no te atreves a decir lo que piensas o sientes de verdad por miedo a que te comparen desfavorablemente con los que mienten. ¿Cómo vas a decir
que te sientes como una mierda en un mundo en el que quien más, quien menos es superfeliz atravesando momentos dulcísimos? Y algo que me saca de mis casillas: cuando estás en medio del rodaje de una película y la gente, esa gente que se cree buena, te pregunta si estás contenta. Confieso que esa pregunta me da ganas de emitir el famoso bramido hipohuracanado de Pepe Pótamo. Pero, para no dejar sordo a mi interlocutor, esbozo la mejor de mis sonrisas y digo: «Te voy
a ser absolutamente sincera: estoy muy muy contenta».
© XLSemanal
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