Por Toni Timoner
El Covid-19 es la puntilla a la globalización. Lo que la crisis de 2008-09 y la revuelta identitaria no habían logrado en una década un virus lo va a conseguir en
meses. La pandemia es un cisne negro de manual, un unknown unknown que altera el curso de la historia. Este es el pesimista escenario que se nos echa encima.
Se acelerará el repliegue del comercio internacional. Los exportadores ya están reconfigurando sus cadenas de suministros y acercando producción a costa de eficiencias.
Los importadores subirán barreras arancelarias en respuesta. Este proceso ya había comenzado con la guerra comercial y ahora entrará en barrena. Asia y Occidente se aíslan mutuamente. Cae un telón
de acero económico sobre el mundo.
El viaje internacional saldrá malparado, especialmente el intercontinental. No todas las restricciones que ahora se imponen se eliminarán tras la normalización.
Habrá más fricciones al movimiento legal de personas y unos sistemas de visados más estrictos. El espacio Schengen será cuestionado y las identidades cosmopolitas vistas con recelo.
Las respuestas de los gobiernos hasta la fecha han sido desiguales, erráticas y descoordinadas. Cada uno por su cuenta. Las multilaterales ausentes y fuera de juego. La doctrina
Trump de individualismo geopolítico, sin quererlo, sale reforzada. La “mano invisible” en el mercado global de las naciones es la que establecerá los nuevos equilibrios, frágiles y precarios,
a partir de ahora.
La reputación de las democracias liberales occidentales entre sus ciudadanos está en juego. Su capacidad de respuesta y gestión se ha quebrado. Todo apunta a que
la legitimidad de los regímenes asiáticos de disciplina colectiva (Corea del Sur) y coerción estatal (China) saldrá reforzada. Su relato será el ganador.
El desplome del precio del petróleo desvela tensiones entre rusos y saudíes y pone contra las cuerdas a todos los exportadores. La OPEC podría colapsar por los desacuerdos
internos y la carrera suicida de oferta descontrolada. Rusia, Irán, Arabia Saudí, con ingresos menguantes, son animales heridos que desestabilizarán sus regiones. Ello agravará la crisis migratoria
en la vecina Europa.
Los esfuerzos contra el cambio climático se van al traste. Los acuerdos serán suspendidos y los planes pospuestos. Y las energías limpias en bancarrota inminente
por el abaratamiento salvaje del petróleo. Serán necesarios varios sustos climáticos para volver a la coordinación. Y entonces ya habremos cruzado varios umbrales de irreversibilidad.
El mundo será inestable, compartimentado y sus partes en mutua sospecha. Habrá empobrecimiento general y desaceleración tecnológica. Si antes había
sincronía y concierto, ahora habrá asincronía y desorden. Navegación en aguas turbulentas. Bienvenidos al siglo XXI.
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