Por Carlos Ares (*) |
Hay mucha “remake”. Los productores son solidarios con viejas figuras. Martín Sabbatella, aquel de ¡Qué garcha en Afsca!, reaparece en Acabar adentro de Acumar. Daniel Scioli, embajador en Brasil, repone: Cargo banana no tein carozo, mais tein filamento groso. Felipe Solá y Daniel Arroyo, aceptan trío con Aníbal Fernández para remixar Donde caben dos, caben tres. En el tráiler electoral de 2015, ver en Youtube, Felipe Solá temía: Cuando apagamos la luz, y nos quedamos a solas (...) imaginen a Aníbal Fernández... Después de comerle la boca a Menem, Duhalde, Néstor, De Narváez, Macri, nada asusta ahora a Felipe, canciller de Alberto.
La bomba sexy Rosario Lufrano relamía todavía una sabrosa indemnización, cuando se vio obligada a volver a la Televisión Pública para resistir el acoso neoliberal ya desde el título: Lufrano, agarrámela con la mano. Algo vulgar para lo que ella fue. Eso es lo que da un poco de pena, que fueron. Ya no excitan los míticos debates ideoeróticos-lógicos del tipo “misionero o perrito”, “grieta o tajo” –que daban placer extra, para tocarse después entre varios.
Hace dos semanas vi Qué asco, Vasco, con De Mendiguren. ¿Lo tienen? Se las cuento, así ahorran mala leche. Warning: solo parece que se dan. No es de ésas que cumplen la promesa, que te llenan la heladera de satisfacción y te dejan frío. Recalienta, sí, pero por otras razones. En el comienzo aparece De Mendiguren cuando hacía cásting en todos los canales de televisión. Se ofrece para partuzas, repite discursos de hilo dental y se desata el corpiño del pasado para que no se noten las marcas bajo el sol menemista y duhaldista. Se lo recuerda después como taxi ya voy de Massa y Stolbizer en una de swingers críticos del kirchnerismo, hasta que se entrega de brazos y piernas abiertas al Frente de Todos. “Hagan de mí lo que quieran”, parece decir.
Sobreactuado, poco creíble, excedido de grasa, le dan de diputado. Quiere más, pide más. Desesperado, hace topless. La imagen es medio desagradable. Metelo donde no se vea, pide Massa, a los besos con Máximo en el decorado de una celda. Finalmente, De Mendiguren liga carguito: presidente del Banco de Inversión y Comercio Exterior. El, que vendió su empresa en los 90, colocó los dólares en Uruguay y España y pasó a cobrar guita pública, relata en Twitter: “Una nueva responsabilidad que me asignó el Presidente @alferdez (...) revitalizar a una banca nacional puesta al servicio del desarrollo”.
De fondo, Stolbizer canta el tango Margot: “...Son macanas, no fue un guapo haragán ni prepotente/Ni un cafisho de averías el que al vicio te largó/Vos rodaste por tu culpa y no fue inocentemente...” y lo desmiente en Twitter: “Con maniobras ilegales (...) el oficialismo “inventa” una indigna licencia de De Mendiguren para impedir el ingreso del diputado electo @marceloosodiaz del Partido GEN (...) De Mendiguren debería renunciar”.
Minga, Margarita. El tipo tiene todos los tics y manías de los actores secundarios. Se queda ahí, oculto bajo la cama, atento a la cámara. Si arriba hay fiesta, se asoma. Atrás, a un costadito, metiendo la cabeza entre las piernas, donde sea, pero lo vas a ver. Si advierte que hay quilombo, que ella y él se agarran entre sí por el “cártel” o los chongos invitados debaten quién la tiene más larga y asustan a los que pagan impuestos y votan, se arrastra y huye. Sale de cuadro, desnudo, con la bikini en la mano, vistiéndose de apuro, buscando otra cámara, otro caño para su baile, otro candidato al que donarle unos pesos a cambio de entrar en escena. Termina así.
La semana que viene les cuento dos clásicos de todos los tiempos: Empomando jubilados y Las calenturas son de nosotros, los polvos son ajenos, la que transcurre en el campo. Hay una nueva, a estrenar, de Aníbal Fernández. Se iba a llamar Carbón blanco, pero le van a cambiar el título. Con ese nombre se hizo un conocido operativo antidroga. No querían que se interpretara mal. Le van a poner: Lo tenés adentro.
(*) Periodista
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