Por Guillermo Piro |
También en Alemania se discute acerca de la lengua inclusiva, es decir cómo volver el modo en que se habla más neutro y por lo tanto menos discriminador desde el punto de vista del género. Los que proponen esta transformación dicen que la operación tiene poco que ver con la lengua y la gramática, sino más bien con el modo en que las palabras forman las cosas, los pensamientos y las opiniones.
El debate obviamente no es nuevo: las lenguas cambian continuamente y reflejan siempre los cambios sociales y las relaciones de fuerza de su época. Mark Twain intentó sin éxito aprender alemán desde chico, y en 1880 escribió un ensayo con un título bastante explícito: The Awful German Language (La horrible lengua alemana), y volvió sobre el mismo tema algunos años después en una célebre conferencia dictada en Viena titulada Die Schrecken der deutschen Sprache (Los horrores de la lengua alemana). Twain, que como todos saben es estadounidense, a través de ejemplos y con mucha ironía cuenta las dificultades en el uso de los casos, los verbos, la longitud de las palabras y la cantidad enorme de preposiciones, y al final eleva al gobierno una propuesta formal para “mejorar” la lengua alemana.
El alemán tiene tres géneros (masculino, femenino y neutro, con sus respectivos artículos der, die y das), pero la relación real entre género y sustantivo no es clara: Fischweib (los sustantivos alemanes van en mayúscula), que quiere decir “vendedora de pescado”, es neutro. “Cada sustantivo –explica Twain– tiene un género y no hay sentido o sistema en la distribución. Así, el género de cada uno debe ser aprendido separadamente y de memoria. No hay otra manera. Para hacer esto uno debe tener la memoria de un enorme diccionario. En alemán, una joven dama no tiene sexo, mientras que un nabo sí. Piense en la recargada reverencia que se muestra por el nabo y en la insensible falta de respeto que se muestra por la chica”.
En alemán, como en español y otras lenguas, a menudo se usa el plural masculino para indicar tanto hombres como mujeres: los maestros se dirigen al alumnado mixto diciendo Schüler (estudiantes, en masculino). Pero distintos estudios demuestran que el plural masculino, en la mente de quienes escuchan, se conecta exclusivamente al sexo masculino. En Francia se le pidió a un grupo de mil personas que nombraran “dos escritores célebres” y solo el 12 por ciento pensó en una mujer. Pero cuando se les pidió que nombraran “dos escritores o escritoras célebres”, el porcentaje de los que nombraron una mujer se duplicó. El experimento se repitió con campeones y campeonas olímpicos y con presentadores o presentadoras de televisión.
Hace poco el Ministerio de Justicia de Lübeck estableció que en las comunicaciones oficiales se debe aspirar a la neutralidad. Para ello se utilizan los dos puntos (:) en medio de una palabra, lo que tiene un sentido inclusivo. Los dos puntos no implican una interrupción sino que deben ser pronunciados con una pausa glotal, o sea una especie de pausa que implica al mismo tiempo un esfuerzo, la misma que se usa en español cuando alguien dice “No estoy hablando de lecciones sino de elecciones”, con una leve pausa antes y un esfuerzo sobre la “e” de elecciones. Así, los habitantes de Lübeck pasan a ser Lübecker:innen. Naturalmente hay quienes no están de acuerdo, pero el ministerio piensa castigar duramente a quienes no respeten la regla. Lo que da argumentos a los rebeldes, que entienden así que una sociedad más inclusiva depende de una imposición burocrática.
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