Por Manuel Vicent |
Apenas levantado el vuelo el piloto comunicó a la torre de control un problema técnico que impedía seguir el
viaje. Una rueda había reventado durante el despegue y restos del neumático habían sido absorbidos por uno de los motores, que quedó bloqueado.
Los pasajeros del Boeing oyeron una explosión y al comprobar que el avión no tomaba altura comenzaron a alarmarse. Pero el comandante de la nave, lejos de mentir como un
político, les explicó con todo detalle cuál era el problema y la forma de solucionarlo porque lo había practicado más de cien veces en el simulador. Ante su explicación sencilla y
racional los pasajeros se calmaron.
Mientras en el Parlamento los políticos se peleaban como gallos de corral, en el aeropuerto los equipos de salvamento funcionaban a la perfección. Un caza F-18 había
salido de la base de Torrejón para inspeccionar de cerca los daños. Los bomberos, las ambulancias, los hospitales, los controladores y la tripulación estaban preparados. Después de dar vueltas varias
horas para quemar combustible el avión aterrizó sin más, lo que demuestra que existen en verdad dos Españas: la de los profesionales que saben lo que hacen y cumplen con su deber y la de ciertos
políticos que gritan, insultan, imparten el viejo odio cainita y en el fondo no saben nada de nada. Si la crispación política se hubiera instalado en Barajas, el avión se habría estrellado.
© El País (España)
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