Por Juan Manuel De Prada |
Suscitando entre grupos sociales con potencialidad revolucionaria –para Laclau las feministas,
los ecologistas o los inmigrantes; pero igualmente pueden ser otros grupos que se sientan oprimidos o maltratados– estos antagonismos, la sociedad entra en una dinámica de conflictividad constante que acaba generando
frustraciones y canalizándolas hacia el único partido que, según la percepción del momento, parece que puede solucionarlas. Y así ese partido conquista el poder político.
Pero una sociedad antagónica nunca podrá resolver sus problemas. En todo caso, su debilidad será utilizada por la facción política que pueda articular
sus antagonismos, convirtiéndolos en nichos ‘agregadores’ de voto; que es lo que llegó a conseguir parcialmente Podemos y lo que ahora intenta Vox, generando antagonismos en grupos tan diversos como
cazadores y divorciados, aficionados a la tauromaquia y católicos desencantados de sus obispetes, de Roma abajo. Y, claro está, para lograr esta articulación de antagonismos hay que definir un enemigo
del modo más burdo y esquemático posible (porque siempre hay que adaptar el mensaje a su potencial destinatario más cretino, según cierta ley de la propaganda): este enemigo, para Podemos, es un «fascismo» ubicuo; y para Vox es una chusma formada por «comunistas bolivarianos, filoetarras, separatistas» y otras hierbas del herbolario tremendista.
Pero este método recomendado por Laclau es pura antipolítica. Pues genera una sociedad espantosa, separada y enfrentada por un cúmulo de odios y discordias que,
además, se retroalimentan entre sí (como muy bien ha entendido el doctor Sánchez, que para acrecentar su parroquia otorga gran protagonismo mediático a todas las iniciativas antagónicas de
Vox). Una sociedad a la greña que, a la vez que se debilita en querellas chirriantes, hace fuertes a las facciones políticas que la incapacitan para el esfuerzo colectivo fecundo. Las comunidades políticas
se hacen por la solidaridad y la mutua colaboración; y se deshacen por los antagonismos. Por ello, como decía Donoso, la preocupación primera de un gobernante debe ser «la unión de las inteligencias
en lo que es verdad, la unión de las voluntades en lo que es honesto, la unión de los espíritus en lo que es justo». La unión de la comunidad política, en fin, en torno al bien común.
Exactamente lo contrario de lo que provocan los antagonismos. En el caso del partido llamado Vox, los antagonismos que aventa son especialmente dolorosos, porque (en contra de lo
que pretenden sus demonizadores) hay muchas ‘semillas del Logos’ en algunas de sus propuestas; pero lo hace siempre de un modo tan tremendista y azuzador de antagonismos que nutran sus graneros electorales que,
a la postre, logran un mayor enconamiento de las posiciones contrarias (hasta el punto de dejar inutilizables y hechas un trapo muchas causas valiosas que merecen defenderse). Y, en su pasión por crear antagonismos,
pueden llegar a extremos delirantes, como ha ocurrido ahora con su propuesta del llamado ‘pin parental’, errónea en su concepción de fondo (por postular una ‘privatización de la verdad’
que es completamente inconciliable con el bien común), pero muy certera en el mal que denuncia. Mal que quienes en estos momentos mejor detectan son los muchos musulmanes piadosos y pacíficos que aborrecen
la degeneración rampante que envenena las sociedades occidentales; musulmanes con un sentido moral y unas inquietudes espirituales sinceras que, sin embargo, previamente han sido demonizados por Vox y metidos en
el mismo saco que los musulmanes fanáticos; musulmanes a cuyas hijas Vox (¡el mismo que pide ‘pin parental’ para que las suyas no escuchen inmoralidades en clase!) quiere despojar el velo, sin entender
que el velo no es un signo de esclavitud, sino de pudor y reverencia religiosa (una venerable tradición que –por cierto– también guardaban las abuelas de los señores de Vox, al igual que la
mía).
Pero como los musulmanes ya han sido utilizados para agitar el antagonismo islamofóbico no pueden ser recuperados como ‘agregadores’ para el nuevo antagonismo
del ‘pin parental’. Son los inconvenientes del método preconizado por Laclau.
© XLSemanal
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