Por Carmen Posadas |
Con la llegada del Renacimiento, el hombre se convirtió en eje central de toda ecuación, de modo que quizá la palabra que mejor define la época siguiente
hasta llegar al siglo XVII podría ser ‘honor’. En el diccionario hay varias definiciones de este término. La primera es «cualidad moral que lleva al cumplimiento de los propios deberes respecto
al prójimo y a uno mismo».
Pero también se define como honor «la gloria que trasciende a las familias, personas y acciones mismas de quien se la granjea». Y por fin hay una tercera descripción
del concepto y es esta: «buena opinión alcanzada por la honestidad y recato en las mujeres». Con las dos últimas definiciones entramos en terreno resbaloso, por lo que no es de extrañar que,
en nombre del honor, se hayan cometido no pocas tropelías. Casi tantas como las llevadas a cabo en nombre de la primera palabra mencionada, Dios.
Algo parecido ocurre también con el término que define la época siguiente. El siglo XVIII está considerado el siglo de la ‘razón’.
Alrededor de ella floreció la filosofía, el entendimiento, la ciencia. Pero también el término tiene su lado oscuro, por lo que, haciendo cierta esa frase que Goya reproduce en uno de sus Caprichos en la que sostiene «los sueños de la razón crean monstruos», bien puede decirse que término tan razonable hizo que los espléndidos
deseos de libertad, igualdad y fraternidad que inauguraron la centuria acabaran dándose la mano con Madame Guillotine. ¿Y qué palabra podría definir el siglo XIX? Quizá la más mentada
en aquel entonces fuera ‘progreso’.
El XIX ve el nacimiento de todos los inventos modernos, el auge de las ciudades, la consolidación de una incipiente pero pujante clase media. Llegamos a los albores del siglo
XX y la primera palabra que me viene a la cabeza es ‘proletariado’. La Revolución de Octubre la utilizó como ariete y Lenin y Stalin materializaron el concepto ‘dictadura del proletariado’
previamente acuñado por Marx y Engels. Dicho esto, el XX es asimismo el siglo de las dos grandes guerras, por lo que hay otros términos que pueden encarnarlo también. Está, por ejemplo, el concepto
de ‘guerra fría’ que, a pesar de ser negativo, sirvió para preservarnos de no pocos males. Por miedo a una nueva confrontación, el bloque oriental y el bloque occidental encontraron una entente
que nos permitió vivir un largo período de paz y prosperidad que duró hasta la caída del Muro y aún más allá, hasta la entrada en el siglo XXI.
¿Y qué término definirá en este nuevo siglo, del que ahora inauguramos una segunda década? No tenemos perspectiva suficiente para saberlo. Cada año
se elige una palabra que, según quienes se dedican a hacer este tipo de reflexiones, define más atinadamente el momento. Y resulta interesante recordarlas, puesto que sirven para describir con qué inquietudes
empezamos el siglo y hacia dónde vamos. Si mal no recuerdo, en los últimos años las palabras han sido ‘posmodernidad’, annonymous, ‘posverdad’, fake news y, este año, por ejemplo la Fundéu ha elegido como vocablo de 2019 ’emoji’. Seguramente, ninguna de ellas (tal vez con la excepción de ‘posverdad’) será
la que mejor defina el siglo. Pero aun así no deja de ser inquietante lo que revelan de nosotros. Yo diría, por ejemplo, que posmodernidad es un comodín que sirve para hablar de todo y no decir nada. Annonymous remite a la impunidad que las redes proporcionan a todo tipo de acciones, en especial a las menos recomendables, mientras que ‘posverdad’
y fake news revelan la curiosa paradoja de que, cuando el mundo está más hiperconectado y más hiperinformado que nunca, las mentiras,
bulos y patrañas, en vez de disminuir, crecen y se multiplican. ¿Y qué dice de nosotros la palabra ’emoji’? Con esa inquietud les dejo. Como al paso que vamos un emoji valdrá más
que mil palabras, mejor empezar este decenio con una sonrisa, aunque sea esta:😬
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