Por Manuel Vicent |
Acéptate como eres y dúchate con agua fría para ahorrar energía. Demórate
en el baño; practica todas las abluciones laicas imaginables; ama a tu cuerpo sobre todas las cosas, tanto o más que a tu espíritu; procura secarlo con una toalla perfumada y cúbrelo después
con una tela de amoroso algodón. No permitas que roce tu piel cualquier objeto de plástico en todo el día.
Segundo paso. Vivir consiste en desayunar, pero los ingredientes no son sólo los que están en la bandeja, el zumo, el café y la tostada. También interviene
en un perfecto desayuno la luz del sol en la ventana y los bellos pensamientos que convoques. En esa regla convergen los epicúreos, los estoicos y los cínicos de la antigua sabiduría. Por esta vez abstente
de leer el periódico, de oír la radio y de ver la televisión, cuyas noticias son las que crean un efecto invernadero sobre tu vida.
Tercer paso. Por muy desgraciado que te sientas, sin duda habrás guardado algunos momentos de placer en tu memoria. Recuerda qué limpio estaba aquel mar de tu niñez,
cómo sabían los frutos dorados de aquellos árboles, qué aroma tan puro contenían las hogazas de pan candeal que se guardaban en la alacena de la vieja casa. Apoya la palanca en aquel placer
y sal a la calle.
Adondequiera que vayas la armonía de aquellos recuerdos irá descontaminando el aire a tu paso y te convertirá en un tipo sostenible por un día.
© El País (España)
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