sábado, 14 de diciembre de 2019

Mundos paralelos

Por Isabel Coixet
Uno de los primeros cuentos que escribí en mi adolescencia era una historia de ciencia ficción, fuertemente influida por Ray Bradbury, donde la tierra está habitada por clones de otro planeta desconocido que viven vidas paralelas a las del nuestro; únicamente hay una diferencia temporal de veinticuatro horas. Un astronauta es enviado al espacio en una misión para descubrir las diferencias entre planetas y, debido a la diferencia de veinticuatro horas, acaba descubriendo su propio asesinato.

Muchas veces he fantaseado con esa idea en múltiples versiones que acaban más o menos trágicamente. Supongo que me resulta imposible ser optimista, por mucho que lo he intentado, incluso en un mundo de ciencia ficción. Pero ahora los mundos paralelos son también parte de mi realidad de cada día. Cuando pasas unos días en Madrid y vuelves a Barcelona, sientes que ambas ciudades viven vidas paralelas sin que sus caminos se crucen en ningún momento. Cuando cuentas cosas de las que te pasan y pasan aquí en la capital, la gente te mira con una expresión entre incrédula y conmiserativa, como si estuvieras como las maracas. Y cuando regresas y vuelves a tu vida cotidiana, te sientes, una vez más, un poco más sola que antes.

Entre todas las consecuencias de estos años procesistas que vivimos, una de las que personalmente me ha afectado es el aislamiento y la soledad. La sensación de sentirme proscrita de mi tierra. La tristeza de ver cómo se ahonda la distancia que me separa de los que piensan algo totalmente opuesto a lo que yo pienso. Como si estuviéramos viendo realidades contrapuestas que nunca vayan a poder coincidir. El otro día, en una emisora de radio de Barcelona, me preguntaron algo que me dejó atónita, me preguntaron si yo amaba Catalunya. Respondí que por supuesto que sí, que es mi tierra, que la amo; lo respondí sin pensar ni entender a qué venía esa pregunta, más propia de una emisora de tiempos franquistas. Pero eso no bastó para contener a las hordas de ofendidos profesionales que se cebaron en mi entrevista porque se me ocurrió decir que la actitud de los que defienden el Tsunami Democràtic me parecía de todo menos democrática. Hacía tiempo que no leía tantos insultos juntos y tan sucios.

Bueno, justamente desde que se me ocurrió participar en un vídeo en el que se decía que España es una democracia, que al parecer es algo que también te hace merecedor de epítetos de todo menos bonitos. No quiero imaginarme la que se hubiera armado si llego a decir que no a la pregunta en la emisora de radio. Igual me entregaban a las autoridades chinas para que me internaran en un campo de reeducación o algo así. Lo cual me hace pensar que cada vez me quedan menos ganas de que estos mundos paralelos nuestros se crucen en algún punto. Ni siquiera con desfase temporal.

© XLSemanal

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