Por Fernando Savater |
En el juicio se defendió él mismo e hizo reír tanto a la sala mostrando las incongruencias de la acusación que tuvieron que absolverle. Publicó numerosos artículos certeros pero siempre anónimamente o firmados sólo con sus iniciales.
La única obra editada en su vida, a instancias de amigos, fue Los impresionistas en 1886, que reúne tres críticas de exposiciones: 45 páginas, tirada de 227 ejemplares. Él insistía: “No aspiro más que al silencio”. Quizá no hubiera
aprobado la exposición que hasta enero de 2020 le dedica el Museo de l’Orangerie (F. F. Les temps nouveaux, de Seurat à Matisse).Muy recomendable.
Después de su muerte aparecieron unas colaboraciones de 1906 en Le Matin, periódico de gran tirada. Eran también anónimas pero su amante las recortó y pegó en un álbum. Pertenecían a la sección
de Sucesos, que contaba con exacta y enorme concisión. Título: noticias en tres líneas. No más de 140 caracteres, o sea, ¡los primeros tuits! Con una gracia lacónica muy difícil en francés,
lengua que tiende al alejandrino...
“Scheid, de Dunkerque, disparó tres veces a su mujer. Como no le daba, apuntó a su suegra. Acertó”. “El mendigo septuagenario Verniot, de Clichy,
murió de hambre. En el colchón escondía 2.000 francos. Pero no hay que generalizar...”. “Ya no hay Dios ni para los borrachos: Kersilie, de Saint-Germain, que confundió la ventana con
la puerta, ha muerto”. Qué envidia, tan breve.
© El País (España)
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