Por Roberto García |
Por la vertiginosa norma aprobada y como forma de salvarse del nuevo tributo a bienes personales o a la sobretasa que aplicara con discrecionalidad Alberto por si el contribuyente decide conservar sus fondos en el exterior, hubo entre los ahorristas un fenómeno de Puerta 12 al revés: se mataron por entrar al mercado de los bonos argentinos, un rubro deprimido y desilusionado desde la época de Macri. En l5 días se registró una suba brusca y brutal de las cotizaciones (el discount de Kirchner y Lavagna pasó de 37 a 57, una formidable ganancia de 20 dólares para resumir) y, por la desesperación en las compras, la manada pagaba cualquier precio y diferencia para el festín de operadores locales y de Wall Street, donde no son todos lobos. Algunos son peores.
Incluía esa fiebre compradora hasta los títulos exentos de Bolivia, con Evo o sin Evo, casi imposibles de conseguir por la demanda, o los que ahora dispone Kiciloff en
la provincia de Buenos Aires, quien dejo de ser el peligroso soviético para convertirse en el hombre que honrará las deudas. Reperfiladas, claro.
Curioso el fenómeno del mercado: aquellos que entraron con Macri, sus “amigos” en el exterior, esos fondos que en los últimos tiempos perdieron hasta la suela
del zapato, ahora se recuperan con el actual gobierno. El peronismo lo hizo. Justo cuando no sabían qué hacer con los papeles, cuando se maldecían por la inversión, el tiempo y las podas que habrían
de sufrir en el futuro. Hoy, por el contrario, deben agradecer el milagro estatista que desechaban, en el que no creían, a un Presidente atacado por un misticismo católico repentino que lo encontró en
Navidad compartiendo el pan y las rosquillas en la mesa popular de San Cayetano, con los creyentes sin trabajo que desde hace décadas todos los 7 de mes, agosto en particular, visitan la iglesia con la esperanza de
conseguir un empleo. Gente lastimada que en esa materia no le ha ido bien con ninguno de los dos gobiernos. Con simple o doble indemnización, son más los que no ingresan al circuito que los que echan. Un dato
que al parecer no tomó en cuenta el gobierno cuando decretó un cargo doble para los despidos.
Interrogante. La movilización al alza del mercado plantea también un interrogante: se supone que esta suba de los títulos empeora la posición argentina a
la hora de negociar con fondos privados y con el FMI. Un efecto no deseado para la estrategia oficial, quizás no previsto por la nueva cúpula económica: tendrá que ofrecer más por lo que
valía menos.
Quizás por esta conclusión se haya consentido en un llamado a la población para que aporte ideas o conocimiento que puedan mejorar la oferta local sobre la deuda.
Un gesto democrático, copiado sin duda de una bagatela de la experiencia uruguaya del 2002 –dicen que les sirvió para reducir las expectativas negativas sobre el acuerdo–, porque no suele ocurrir
que se invite a una consulta popular para realizar una sofisticada operación cerebral.
Igual, el gobierno supone que la mejora en los títulos públicos no obedece a sus exigencias impositivas, sino a una apuesta evidente de fe en su administración (por
afirmar que pagará sus obligaciones ha bajado el riesgo país); y, a pesar de que contraríe los slogans de Peron (“el ahorro es la base de la fortuna”), impulsa el criterio de castigar al capital
en lugar de seducirlo, lo que no parece estimular la llegada de inversiones. Pero Macri, dicen, se ofrecía gratis al capital y sin embargo las inversiones tampoco llegaron.
Proyectos. Dentro de ese espíritu estatista que impera en el gobierno, conviene repasar proyectos que planearon en la cercanía del Instituto Patria y que, tal vez, sean
contemplados por la actual administración. Sobre todo con las nuevas disponibilidades presupuestarias obtenidas por una presión impositiva ya considerada confiscatoria. Por ejemplo, veamos algunas de esas iniciativas
en grado de tentativa:
- Ambos pilotos que se desarrollan en La Matanza para suministrar leche en los centros urbanos con la suficiente escala.
- Garrafa social, garantizando su precio para los sectores más vulnerables. Algunos suponen una interferencia en la actividad de ciertas empresas del rubro y en la
confianza de que pronto se licitará algun tipo de gasoducto para suplir este servicio.
- Impulsar la genética ovina: una forma de no incrementar retenciones, dicen, y hacer más equilibrada la exportación cárnica.
- Establecer algún tipo de acuerdo con Huawei para traer equipos a Tierra del Fuego con tecnología 5G, al tiempo que la cuestionada compañía
compra bodegas de alta y mediana gama en el país. Siempre en la isla se encuentra un recoveco para los empresarios del lugar.
- Hay una discusión sobre las empresas que se ocuparán de la renovación licitatoria de la hidrovía, con la expectativa de que haya un avance
en ese sector que permita ampliar la frontera agrícola en el norte y noroeste del país.
- Repasar una oferta de 100 mil colectivos eléctricos de China que, a juicio de algunos economistas peronistas, liberará el consumo del gasoil para el campo
y habrá de bajar la tarifa del transporte. Algo semejante se le atribuyó en la administracion Macri al rabino Bergman; no prosperó.
- Regulación a empresas como Despegar para que los hoteles recuperen 20 o 25% de lo que obtienen esas compañías. En una línea semejante, se aspira
a que se transformen en originarias del país empresas como Uber o de delivery que, estiman, habilitarían nuevos empleos a los jóvenes.
- Tambien persiste una fantasía que se recuerda de la época de Cristina: fabricar una suerte de rastrojero argentino, mínimo, mas austero que un franciscano,
con la mira en el consumo de los pequeños productores. Un negocio común a todos los emprendimientos es poner una Pyme, especialmente con créditos oficiales.
Algunas de estas ideas quizás progresen con la expectativa de cierta reactivación, tan impensada como el flamante rally de los bonos argentinos que le alegró la
vida a la patria financiera. Quizás ayude San Cayetano.
© Perfil.com
0 comments :
Publicar un comentario