Por Isabel Coixet |
El comentario, dicho en la entrega de los últimos Premios César, fue aplaudido y abucheado
a partes iguales y fue lo más comentado de la ceremonia, probablemente porque nos pone delante de las narices algo que preferiríamos ignorar: que muchas de las personas cuyas obras admiramos tienen conductas
nada admirables. En Francia, la salida del filme de Polanski J’accuse, sobre el affaire Dreyfus, ha sido acogido con la misma ambivalencia con que se han acogido sus últimas películas, con un agravante:
una nueva acusación de violación, por parte de Valentine Monnier, una mujer que ha denunciado en la prensa que Roman Polanski la violó en 1975. Sus declaraciones, que han coincidido con el estreno del
filme, son plausibles –hay personas a las que confió los hechos en ese momento y que le aconsejaron el silencio–, pero difícilmente probables. Philippe Lançon, el autor de El colgajo, se pregunta en Charlie Hebdo si el Polanski de hace 40 años es el hombre de hoy y si tenemos derecho a juzgarlo por crímenes que teóricamente han prescrito cuando incluso su primera y declarada víctima lo
ha perdonado.
Hay críticos y espectadores que lo aplauden sin ambages, otros critican justamente la elección del tema y la pretensión de Polanski de equipararse con un hombre
cuyo único crimen fue ser judío en un estamento antisemita.
Muchos han boicoteado el filme, interrumpiendo incluso algunas de sus proyecciones en cines de París. La productora de la película ha anulado todas las actividades
promocionales de los actores. Pero el filme sigue ahí y se estrenará en otros países, probablemente con la misma polémica, que ya empezó cuando el filme se presentó en el Festival
de Venecia. ¿Cómo conciliar la admiración por el cineasta con la repulsión por los hechos de los que se le acusa? ¿Cómo ignorar la desfachatez en su elección del affaire Dreyfus como tema cuando es un hecho que nada tiene que ver con su problemática? ¿Cómo olvidar el terrible pasado de su familia en el Holocausto y
el espantoso asesinato de su primera mujer? ¿Es un eximente, como él mismo ha dicho, que una mujer a los 14 años ya «puede ser muy madura»? ¿Esta nueva acusación de Valentine Monnier
obedece a una maniobra con el fin de arruinar la carrera del filme J’accuse o a un legítimo deseo de denuncia por parte de alguien que ha vivido durante muchos años con un dolor impensable? Cada vez habrá más casos, más denuncias, más polémica,
menos certezas, más dudas.
Al final, uno tiende a creer lo que más le conviene. Sobre todo, si nos gusta la baguette.
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