Por Roberto García |
Otro fenómeno de voluntaria ignorancia, más colectivo, es la repetida coincidencia de que hubo una transición madura e inédita entre los dos gobiernos, cierta perfección democrática nunca vista, como si ese falso país virginal no
hubiese recordado el traspaso, mucho más pulcro y adulto, de Menem a De la Rúa.
Ni hablar de otras inconsistencias agravadas, como la levedad que exhiben AF y su ministro Guzmán para hablar por conference call con fondos y bonistas del exterior, sirviéndose de información privilegiada sobre la negociación de la deuda. Lo que para Macri hubiera sido traición a la Patria, el cristinismo lo afronta sin rubor ante una ciudadanía inerme. Causa asombro el asombro, diría el cubano Cabrera Infante, perseguidor en el juego de las palabras.
Bicefalía. Hasta en lo anecdótico sorprenden los últimos episodios de bicefalía. Por
un lado, Cristina en medio de la jura haciendo gestos de futbolista indignado con las manos ante Macri –video público en el que casi nadie desea reparar–, quien no sabía si ella le indicaba el despido, “¡Te llegó la hora del raje!”, o si le quería decir: “¿Cuánto
pagaste para que me jodieran los jueces?”.
Una hora más tarde, ante una treintena de amigos, en su quinta Los Abrojos, el ingeniero saliente confesaba no haber entendido el mensaje, quizás una forma de disimular la parálisis que lo envolvió en el momento. Siempre le ha costado
comprender a las mujeres, tiene varios divorcios.
Para hacer más confusa la situación, un efusivo Alberto lo abrazó de inmediato, un gesto de larga duración que no suponía encono, en el que podría
haberle susurrado tal vez: “Te voy a necesitar” (sin duda, por los votos en Diputados para que le concedan facultades extraordinarias) mientras el interlocutor contestaba: “Estoy a tu disposición,
para acompañarte en lo que precises”. Todo sea por la Patria, según el imaginativo diálogo del periodista.
Brigde y Vaticano. Ese pedido presidencial quizás le frustre el propósito a Macri de volver a la
política en febrero, luego de veranear en el sur, dedicarse a aprender la ciencia profesional del bridge y pasar horas en la cama para ver en Netflix las cinco temporadas de Peaky Blinders, la serie que alude a la mafia
británica de los años 20 en la cual una familia de criminales se transforma en un modelo para la sociedad. A Juliana le encantó esa epopeya, y cualquier similitud con la Argentina es pura coincidencia.
La otra pareja, Fabiola, como se sabe viajó a Roma para reverencia de Francisco, quien por una nueva economía de su doctrina debe auspiciar el incremento de tributos a los que ya pagan, a los
que han ahorrado, en particular en dólares, siguiendo el consejo de Cristina, quien justificó en su último alegato político-judicial la tenencia de una millonada de su hija en un cofre bancario,
porque “uno sabía que los de Macri iban a hacer un desastre con el peso”.
La excusa para pedir sacrificios del nuevo gobierno: saciar el hambre del pueblo, repartir medicamentos a necesitados, lo que alegrará a los laboratorios, y subirles la mínima a los jubilados mientras les modifican el índice de actualización que les había concedido Macri y que ha mejorado la
fórmula del kirchnerismo (inocultable dato estadístico). Un mendrugo inmediato a cambio de una reducción futura de ingresos.
Este último cambio vuelve desopilante el caso del militante trotskista prófugo, quien se opuso a esa decisión del Congreso con un arcabuz casero. Nadie sabe
si ahora se inmolará en público o se servirá de un instrumento bélico más sofisticado para protestar contra el daño a la clase pasiva.
Apelar a la protectora inquisición del Vaticano para justificar impuestazos obliga a recordar una frase atribuida a Einstein: “Intentar redistribuir la riqueza eliminando
las fortunas privadas es tan absurdo como eliminar a los genios para que el pueblo sea más inteligente”.
Por supuesto, no hay quien pueda comparar al físico de la relatividad con el Papa: uno es científico, el otro cree en los milagros.
Viajes. Si de viajes se trata, debe incluirse el inminente de Gustavo Béliz a Estados Unidos. Para muchos, el Gobierno pretende que su influyente funcionario se convierta en titular del BID, lo que sería, dicen, más beneficioso
para Fernández que tenerlo en su gabinete. Difícil de comprobar. Y el periplo de Nielsen junto al misionero Lanziani de Energía (rebajado en sus pretensiones ministeriales para depender del súper Kulfas, un inesperado Clark Kent oficial) el próximo martes a Washington, a uno de esos habituales seminarios de energía, aunque muchos suponen que el titular de YPF ejercerá una colaboración estrecha y oculta en
la renegociación de la deuda, ajena a su función específica.
Muchas manos en esa tarea, en la que le añadieron a Guzmán la asesoría y el plan de Daniel Marx, pedido o sugerencia que realizaron hace pocos meses el JP Morgan y dos fondos gigantes, uno de ellos el Black Rock. Esta asistencia técnica debe ser por el
expertise del economista, no vaya a ser que uno imagine otras intrigas. Eso solo ocurre cuando el cristinismo no está en el poder.
El aditivo técnico a Guzmán parece comprensible, ya que él mismo reconoció en su presentación que ciertos escritos teóricos suyos no se
deben tomar como antecedente de lo que será su gestión, aunque muchos piensan que llegó al Ministerio por ese paper, considerado magistral por AF.
País rico. Pequeños problemas en el inicio del Gobierno, típicos, como la reforma judicial de país rico que se promueve, la incongruencia de sostener que el Poder Judicial no se vinculará a la AFI, designar como número dos del
ministerio a quien manejó el Instituto de Inteligencia o la incómoda situación ética de la ministra de Seguridad, Sabrina Frederic, quien a pesar de su firmeza por quitarle la calificación de “organización terrorista” a Hezbollah no pudo con Solá ni con Fernández, menos con Israel y Estados Unidos. Un golpe poco glamoroso de la ilusa funcionaria:
raro que no haya hecho comentarios Cristina.
Se entiende por esta sucesión de tropiezos la razón por la cual el mandatario ha dicho que, por ahora, solo él hablará para los medios. O quien él
autorice. De modo que, además de presidir la Rosada, actúa como jefe de Gabinete, controller de la economía, y es también su propio vocero y difusor. Como estaba previsto.
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