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martes, 26 de noviembre de 2019

Cosas terribles

Manifestación de uno de los partidos neonazis, en Alemania
Por Sergio Sinay (*)

El 5 de febrero de 2013, Jim Powell firmaba en la revista Forbes un artículo de opinión que de inmediato alcanzó más de 200 mil lecturas en su versión digital. Se titulaba “Cómo los dictadores llegan al poder en una democracia”. 

Powell, graduado en Historia Económica en la Universidad de Chicago, Senior Fellow (es decir, primus interpares) en el Instituto Cato, de Washington, un laboratorio de ideas sin pertenencia partidaria, y autor de más de una decena de libros sobre temas políticos, culturales y sociales, tomaba como base el surgimiento del nazismo y su arribo al poder a través de elecciones y diseccionaba los motivos que vacían a las democracias y fomentan la consolidación de populismos y autoritarismos.

Leído casi siete años después, aquel texto asoma como premonitorio de las situaciones y transformaciones que, sobre todo en el último lustro, convirtieron a Europa primero y a América Latina en estos días en territorios particularmente traumáticos y explosivos. Ahí están el Brexit, los chalecos amarillos, los nacionalismos xenófobos, el neonazismo, el neofascismo, las revueltas y estallidos seriales por motivos solo en apariencia mínimos (aumentos en boletos de subte o en combustible), movimientos incontrolables carentes de liderazgo y fogoneados antes por la rabia y el hartazgo acumulados que por una visión revolucionaria o una utopía.

Powell cuenta detalladamente el proceso degenerativo de Alemania, una nación que a fines del siglo XIX tenía un sistema educativo avanzado, y lideraba la ciencia, la cultura y la técnica a través de “Karl Benz, que inventó el auto que funciona a base de gasolina, Rudolf Diesel que inventó el motor de compresión-ignición, Heinrich Hertz que comprobó la existencia de las ondas electromagnéticas, Wilhelm Conrad Rõntgen que inventó los rayos X, Friedrich August Kekulé que desarrolló la teoría de la estructura química, Paul Ehrlich que produjo el primer tratamiento médico para la sífilis, sin olvidar a Albert Einstein”. Iniciada la Primera Guerra Mundial, el gobierno hizo creer a los alemanes que la estaban ganando, pero finalizó con una derrota humillante y con la empolladura del huevo de la serpiente. Nacionalismo, antisemitismo (el judío es siempre un chivo expiatorio funcional para los populismos fanáticos e ignorantes), anticapitalismo y la promesa de un “socialismo prusiano” dieron lugar al nacimiento, hacia los años 20, del Partido Nacional Socialista de los Trabajadores, nombre pronto abreviado a Nazi. Un país sometido de manera inclemente a los acreedores externos, un Estado elefantiásico y devorado por la burocracia y el clientelismo, una inflación feroz, altos aranceles que impedían el comercio, desocupación pandémica, controles de cambio que desalentaban la exportación fueron algunos ingredientes del cóctel que terminó el 30 de enero de 1933 con la elección de Hitler como canciller. Alguien que prometía venganza ante tanta humillación.

Ni el pasado vaticina el futuro ni la historia se repite necesariamente como farsa, según quería Hegel. Puede volver a ser trágica, aunque no idéntica. Pero si se reiteran algunos factores esenciales y se le suma la débil memoria de los pueblos, pueden aparecer peligrosos déjà vu. El capitalismo tardío (productivamente estéril, vorazmente financiero) y una globalización que convierte a los mercados en terroristas económicos tan impunes y anónimos como los terroristas políticos, han generado la suficiente inequidad y humillación como para que nuevas serpientes pongan sus huevos. Su nido es hoy el planeta, ya no un país o un continente. Powell cerraba su artículo con una serie de lecciones que creía imperioso aprender: “1) Las malas políticas económicas y exteriores pueden causar crisis que tienen peligrosas consecuencias políticas y sociales; 2) Los políticos usualmente demandan poder arbitrario para lidiar con una emergencia nacional y restaurar el orden, aunque los problemas subyacentes son generalmente causados por malas políticas públicas; 3) En tiempos difíciles, muchas personas están dispuestas a respaldar cosas terribles que serían impensables en buenos tiempos”.

(*) Periodista y escritor

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