Por José Angel Di Mauro
Alberto Fernández ganó por la tercera y Mauricio Macri perdió por la primera… Esta reflexión que pareciera futbolera no hace más que destacar
la importancia electoral extrema de la provincia de Buenos Aires en general y el Conurbano en particular.
En efecto, y como síntesis de la jornada en la que se eligió a quien presidirá la Argentina en
el arranque de la segunda década del siglo XXI, vale considerar que la presidencia se definió precisamente donde Cristina Kirchner es más popular: allí donde más se sintieron las consecuencias
del ajuste en tiempos de Cambiemos.
Tal cual se preveía, el Frente de Todos sacó gran diferencia en la tercera sección electoral, que incluye partidos como La Matanza, Lomas de Zamora, Florencio Varela,
Almirante Brown y Avellaneda; mientras que Juntos por el Cambio perdió también en la primera sección -Tigre, San Martín, Hurlinghan, Ituzaingó, Morón y Moreno, por citar solo algunos-.
Allí había ganado en 2017 y eso fue clave para el triunfo en esas legislativas. ¿Otra hubiera sido la historia de no haber suspendido el soterramiento del Sarmiento como hizo por la crisis de 2018?
Para derrotar al peronismo era clave hacer una buena elección en esos distritos, como así también sacar gran diferencia en ciudades como La Plata, Mar del Plata
y Bahía Blanca. En esos sitios ganó Juntos por el Cambio, pero necesitaba cosechar más votos.
Esos datos explican los rostros durante el festejo en el búnker de Chacarita. Con una vicepresidente electa exultante y digitando quiénes subían o no al escenario,
y un Axel Kicillof centralizando la atención con un discurso digno de otro contexto. El mandatario electo, a su vez, con la sensación ambigua de estar viviendo su momento soñado, pero con el gusto a poco
por haber sumado casi nada por sobre lo alcanzado en las PASO.
En el escenario no faltó Sergio Massa, con gesto adusto. No pudo hablar, y encima le hablaron a él… cuando la expresidenta pidió “que nunca más
rompan la unidad”.
Cristina Fernández, a la que siempre se le endilgaron malas decisiones a la hora de elegir candidatos, debió sentirse plena. No es para menos: en esta elección puso
al presidente y al gobernador de Buenos Aires. La elección se definió, como dijimos, por el peso de donde ella mejor mide; y el 54% sigue siendo su marca inalcanzable.
La influencia de la expresidenta en el futuro gobierno se hace sentir hasta ahora en su poder de veto. Se afirma que lo usó con Martín Redrado. También lo habría
sufrido Florencio Randazzo, que el domingo electoral figuró como eventual jefe de Gabinete en un mensaje de whatsapp que circuló. No fue el primer gabinete ficticio en trascender, y todos son nombres posibles
pero no concretos. Alberto Fernández demorará lo más que pueda la definición de nombres, para evitarles desgaste, aunque la designación de equipos de transición vaya reduciendo las
posibilidades de error. Por ejemplo en los puestos principales: se descuenta que Santiago Cafiero será el jefe de Gabinete y quedan pocas dudas sobre Matías Kulfas como ministro de Economía.
Volviendo a la elección, para el oficialismo saliente, hubo distritos como Córdoba y Ciudad de Buenos Aires donde se superaron las expectativas; no fue menos Mendoza, revirtiendo
la derrota de agosto; Entre Ríos dio la nota con un triunfo ajustado pero con el punto bonus de ganar allí dos senadores; y Santa Fe con un triunfo impensado. Por eso resonó más el resultado bonaerense,
que inspiró reproches en la Rosada hacia María Eugenia Vidal, a la que le cuestionan poco menos que haberse “entregado” después de las PASO y no haber redoblado esfuerzos para las elecciones
de octubre. En el entorno de la gobernadora consideran “injusto” cualquier reclamo. Admiten que consideraban prácticamente imposible remontar la derrota fuerte de agosto, pero reivindican que incrementaron
el número de votos en 633.785, con relación a la PASO.
No solo eso: remarcan que la categoría presidencial en la Provincia también subió 714.238 votos. En cuanto a los municipios, de los 68 gobernados actualmente por
Cambiemos, quedarán a partir del 10 de diciembre 61 o 62 (resta definir Roque Pérez); en tanto que se ganaron siete nuevos municipios. Y en el interior provincial, Juntos por el Cambio será gobierno en
las seis ciudades que cuentan con más de cien mil habitantes: La Plata, Mar del Plata, Bahía Blanca, Tandil, San Nicolás y Olavarría.
Esos aires de cuestionamientos no serían tales sin la remontada del 27 de octubre, que le dio al Presidente nuevos bríos y abonó su decisión no solo de seguir
activo en política, sino también liderar la oposición. Pero bien debería saber él que una cosa son las expectativas y otra la realidad. Podrá reivindicar en la historia haber sido
el primer presidente no peronista en terminar su mandato, pero también es el primer presidente derrotado al buscar su reelección. El 40% alcanzado en las elecciones generales es una base muy importante para mantener
vivo cualquier proyecto, como así también los cientos de miles de personas que lo acompañaron en la campaña para estas elecciones, en el marco de la “épica” caravana del “Sí
se puede”, pero no debiera engañarse tampoco Macri: ¿cuánto de ese voto, cuánta de esa adhesión era a su figura, y cuánto obedecía al rechazo a la figura de Cristina Kirchner?
La hoy tan valorada figura de Alfonsín no fue taquillera tras su salida del poder. Quien es hoy tan reivindicado ya fallecido, no gozó de la misma estima cuando dejó
el poder, tras un fracaso económico. Y solo comenzó a revertir su imagen cuando casi se mata en un accidente en la ruta, pero así y todo luego perdió la única elección que disputó,
para senador en 2001.
Está claro que la grieta quedó claramente expuesta en esta elección. O tal vez deba hablarse de un regreso del bipartidismo, que quedó reflejado en la conformación
del futuro Congreso. Allí el Frente de Todos será mayoría en el Senado, como pasa siempre con el peronismo desde la vuelta de la democracia; pero en Diputados la cosa es bien distinta. Las minorías
parecen haber llegado para quedarse, al menos en esa Cámara, donde el futuro oficialismo ni siquiera será la primera minoría, condición que retendrá el oficialismo saliente.
Hoy por hoy, el Frente de Todos tendrá 109 diputados, mientras que Juntos por el Cambio tendrá 119. Eso no quiere decir que la bancada que conducirá Agustín
Rossi vaya a tener problemas para alcanzar el quórum y aprobar las leyes, pues contará con la anuencia de bloques afines y el respaldo de quienes ya adelantaron su disposición a apoyar la gestión
de Alberto Fernández, sobre todo en la primera etapa. Pero no es un dato menor que el FdT no sea primera minoría, y para revertir eso trabaja el peronismo en estos días.
Buscan sumar a legisladores de bloques unipersonales y están tentando a diputados de Consenso Federal, la bancada que presidirá Graciela Camaño. También habrá
que estar atentos a lo que suceda en Juntos por el Cambio, que se ha juramentado mantener la unión de los partidos que conforman la alianza, pero ya se sabe que el llano no ofrece las mismas garantías que ser
gobierno.
El antecedente más preciso está justamente en la anterior experiencia, cuando Cambiemos llegó al poder en 2015 siendo segunda minoría, con 87 diputados, 10
menos que el Frente para la Victoria. Pero tal cual precisa el libro de reciente aparición “Gobernar en Minoría”, de quien esto escribe, encumbrados referentes de Cambiemos operaron ese primer verano
para fracturar el bloque kirchnerista: en el inicio de las sesiones ordinarias el oficialismo era ya primera minoría.
Más que pensar en su futuro personal, Macri deberá estar bien atento al vigor que pueda mantener en ambas cámaras, pues esa será la vara con la que podrá
medirse inicialmente con el Frente de Todos. Fue también una cuestión que nunca desatendió el kirchnerismo en el llano.
En ese sentido, deberá este gobierno manejarse con cautela para evitar herir susceptibilidades. No arrancó con buen pie: en la semana Macri recibió a Cristian Ritondo
en la Rosada, quien hubiera presidido la Cámara baja si ganaba Juntos por el Cambio. Será entonces presidente del bloque PRO, le adelantó el Presidente sin avisarle nadie antes al titular actual. Macri
también lo desearía al frente del interbloque, como trascendió inicialmente generando revuelo: eso se habla antes con los socios. A la Cámara baja llegará Alfredo Cornejo, con intenciones
de liderar el bloque que hoy encabeza Mario Negri, también ganador en Córdoba. El actual presidente del bloque radical y el interbloque Cambiemos no cederá su lugar sin dar pelea, y probablemente tenga
los votos para seguir donde está. Una solución salomónica sería dejar al mendocino al frente del bloque radical y que el cordobés encabece el interbloque. La definición tiene incidencia
en la interna radical: los diputados que responden a Martín Lousteau (4) se sumarán al bloque de la UCR si lo preside Cornejo.
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