Por Manuel Vicent |
Dios creó el tiempo, pero el artista aprovechó una
hora de inspiración para culminar una obra de arte. En una hora pintó Leonardo da Vinci la inquietante y ambigua sonrisa de la Gioconda y Velázquez inició el impresionismo desde el pañuelo
de la infanta Margarita. Dios creó el tiempo, dijo el fontanero, quien llegó a casa y en una hora arregló el grifo, el calentador y la cisterna. Dios creó el tiempo, dijo el poeta, pero quiso que
escribiera que no había que afligirse por aquellas horas felices de esplendor en la hierba porque su belleza permanece siempre en el recuerdo.
Dios creó el tiempo, pero Otis Redding sentado en el muelle de la
bahía dejó que transcurrieran las horas viendo entrar y salir los barcos. Dios creó el tiempo, pero Hamlet en solo una hora pudo decidir entre ser o no ser. Dios creó el tiempo, pero Gary Cooper
esperó esa hora fatídica en el reloj de la estación para enfrentarse solo ante el peligro.
En algunos relojes medievales de sol se halla grabada esta inscripción: todas las horas hieren, la última mata. Ciertamente la última hora nos va a matar, pero hoy
habrá una hora más en todos los relojes. Einstein ha demostrado que la eternidad está incluida en una sola hora, esa que a uno lo puede hacer inmortal.
El tiempo no existe. El tiempo son solo las cosas que nos pasan, por eso pasa tan deprisa cuando a uno no le pasa nada.
© El País (España)
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