Por Isabel Coixet |
Rasgarse las vestiduras y darse enfáticamente golpes en el pecho por la más mínima chorrada parece que es sinónimo de criterio y compromiso, aunque en la mayor parte de los casos
el criterio brilla por su ausencia y el compromiso no es más que un término hueco, carente de real significado. Cada vez resulta más difícil opinar (hablo de opinar con conocimiento de causa,
no simplemente de enunciar una opinión) sin que te caiga la del pulpo desde todos los bandos posibles, que se sienten ofendidísimos, estado en el que se sienten la mar de a gusto. El ‘ofendimiento’
es esa especie de dignidad herida permanente en la que, por uno u otro motivo, media humanidad parece enrocada.
Najat el Hachmi es alguien que conoce bien ese estado. En todos sus libros ha contado historias de supervivencia que tienen su culminación en el personaje de Fátima,
la protagonista de Madre de leche y miel, una mujer que viaja desde el Rif a Cataluña para ganarse la vida y darle un futuro a su hija. La adaptación
a un nuevo mundo, los desajustes constantes que esto provoca, la contradicción constante entre fe y libertad, la vuelta ya imposible a una sociedad eminentemente patriarcal atravesaban aquel libro con hondura y, de
alguna manera, preparaban el terreno para este nuevo libro, de 131 páginas que se devoran en un suspiro y que no es una novela, sino un puñetazo en el estómago con un guante de hierro forrado de terciopelo: Siempre han hablado por nosotras. El libro habla con una claridad meridiana, con argumentos que a mí se me antojan irrefutables y con un
conocimiento profundo de la religión y de la historia, de los orígenes de la obligación de llevar velo por parte de las mujeres islámicas. De su instrumentalización, de cómo ciertos
colectivos supuestamente feministas glamurizan el velo y de cómo, a la postre, los únicos beneficiados de esa imposición son los hombres. Leer el libro de Najat es terminar con muchos equívocos,
muchas dudas y mucha estupidez alrededor de este tema. Equívocos, dudas y estupideces en las que yo misma he caído y, gracias a este libro, no pienso volver a caer.
Su publicación le ha granjeado a Najat una ola de insultos por parte de los ofendidos profesionales radicales y por parte de los que en nombre de una libertad santurrona mal
entendida reclamarán la libertad de elección de atuendo. Esos mismos que se jactan de tener un velo en el Gobierno, igual que se jactarían de tener a una discapacitada o a una cebra con lunares. Pero lo
importante es que muchas niñas y adolescentes leerán este libro y ya no podrán mirar con los mismos ojos ese trozo de tela que se les impone. Y ya nadie hablará por ellas.
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