Por Carmen Posadas |
Según el documental, otros pacientes (todos jovencísimos, por cierto) les mostraban la foto de algún muñeco o muñeca de su gusto. Las chicas, la de una Barbie o una Bratz; los chicos, la
de algún superhéroe, como Capitán América.
Cuando se les preguntaba por qué querían parecerse a un ser irreal y de plástico, contestaban que precisamente por eso. «Porque solo un muñeco es
perfecto, sin defectos y por eso fotografían superguay; así es como quiero yo salir en mi perfil de Instagram». Aquí el reportaje llegaba a otro punto aún más inquietante del fenómeno.
Explicaba que, si bien no todos los jóvenes –o no tan jóvenes– tienen el delirio de pasar por el quirófano con el afán de convertirse en su mejor yo virtual, todos, sin excepción,
hablaban del número de seguidores que tenían en Internet y de cómo esa circunstancia condiciona sus vidas.
El Proyecto Autoestima, una macroencuesta destinada a estudiar cómo se perciben los adolescentes, descubrió hace unos años que el 67 por ciento de las niñas
de entre 10 y 17 años se sienten presionadas por la necesidad de ser bellas. A pesar de que el porcentaje varía ligeramente de un país a otro, la tónica general señala que los adolescentes
creen que dicha presión viene o bien del entorno o bien de las redes sociales.
En ese sentido, me parece interesante una noticia aparecida recientemente según la cual los responsables de Instagram están dispuestos
a suprimir los likes. Teniendo en cuenta que Instagram tiene nada menos que 802 millones de usuarios, será interesante ver qué pasa. La
razón de este cambio, según sus responsables, es acabar con la tiranía de los ‘me gusta’ y conseguir más atracción hacia el contenido de aquello que se sube a la Red. También
desean evitar la presión y las inseguridades que crea a tantas personas la dependencia del implacable (y casi siempre caprichoso) veredicto ajeno. La idea es que el titular pueda seguir viendo su número de likes y con quién ha generado vínculo, pero el resto de los usuarios no. Me parece una medida sensata, pero ¿estarán dispuestas estas plataformas a
tirar piedras contra su propio tejado? Al fin y al cabo los ‘me gusta’ son la esencia misma, y también lo más popular, de dichas plataformas.
Pero existe otro problema a tener en cuenta. La eliminación de esta métrica dificulta la forma en la que las marcas miden la respuesta de su público y se verían
forzadas a depender de otros datos, como el número de seguidores o del caudal de comentarios, a pesar de que estos son, como bien se sabe, muy manipulables. Teniendo en cuenta toda la vanidad y, sobre todo, el dinero
que se mueve alrededor de estas plataformas, resulta difícil creer que la iniciativa salga adelante. Y mientras tanto, y sin que nadie lo remedie, porque al fin y al cabo a quién le interesa matar a la gallina
de los huevos de oro, ahí están los jóvenes y no tan jóvenes dispuestos a lo que sea por sumar likes. Tal vez aquí no seamos tan extremos como en los Estados Unidos y nadie acuda al cirujano para que lo convierta en el clon sexy de su propia foto de Instagram. Pero, mirando alrededor, me da a mí que hay muchos por ahí que, de tanto poner cara de selfi, a punto están de convertirse
en su propio avatar. ¿Se han fijado? Hasta los niños de tres años posan ahora poniendo cara cool. Ellos aún no lo saben, pero en realidad lo hacen por las mismas razones que los personajes del famoso spaghetti western protagonizado por Clint Eastwood. En ese caso, mataban por un puñado de dólares. Como los tiempos adelantan que es una barbaridad, ahora la gente
mata por un puñado de likes.
© XLSemanal
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