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jueves, 24 de octubre de 2019

Franco, exhumado del Valle de los Caídos

La democracia separa al verdugo de 
sus víctimas 44 años después

Los familiares de Francisco Franco trasladan a hombros el féretro del dictador,
exhumado del Valle de los Caídos. (Foto/AFP)
Por Natalia Junquera y Carlos E. Cué

Cuarenta y cuatro años después del entierro con la pompa de una dictadura, la democracia ha exhumado este jueves con sobriedad los restos de Franco para que el Valle de los Caídos deje de ser lo que el dictador quiso que fuera: un monumento a sí mismo que inmortaliza su victoria en la Guerra Civil. 

Fue con ese propósito, el de “desafiar al tiempo y al olvido”, con el que Franco hizo levantar una enorme cruz de 150 metros y un mausoleo que acoge más de 33.800 cuerpos, muchos de ellos, extraídos de fosas comunes, sin el conocimiento de sus familias, para yacer hasta hoy junto al verdugo. El Gobierno buscaba sobriedad, pero durante la exhumación ha habido varios incidentes con la familia, que se ha presentado en el Valle de los Caídos con una bandera preconstitucional y ha gritado "¡Viva Franco!" cuando ha introducido el ataúd en el coche fúnebre.

La exhumación ha empezado pasadas las 10.30 de una mañana gélida (seis grados) en Cuelgamuros, el lugar que Franco escogió en 1940 para levantar su mausoleo. 22 familiares del dictador (nietos, cónyuges y bisnietos) han acudido a la basílica, aunque solo dos, sus nietos José Cristóbal y Merry Martínez-Bordiu, han podido presenciar la extracción del féretro, dentro de una carpa en la que también se encontraban la ministra de Justicia en funciones, Dolores Delgado, como notaria mayor del Reino; el secretario general de Presidencia, Félix Bolaños; el subsecretario de vicepresidencia, Antonio Hidalgo; los operarios de la funeraria y un forense.

Momentos de tensión

Dentro del monumento se han vivido momentos de tensión. Todos los familiares, así como las autoridades y los empleados de la funeraria han tenido que pasar un escáner para comprobar que no llevaban dispositivos de grabación, y uno de los nietos de Franco, Francis, ha sido obligado a dejar la bandera en la entrada para poder acceder a la basílica. Antes de llegar al Valle de los Caídos había dicho: “Hoy es un día muy triste. Quieren hacer ver que mi abuelo está solo, pero no lo está”. El Ejecutivo sí permitía que los familiares colocaran “la bandera que quieran” en la reinhumación en Mingorrubio, un acto privado. Pero allí también hubo tensión. No estaba previsto que hubiera cámaras dentro, y la policía bloqueó la salida cuando entendió que uno de los nietos estaba grabando la ceremonia. Finalmente, tras unos minutos de nervios, se permitió salir a los familiares con el móvil en el que lo habían grabado. A un centenar de metros, un pequeño grupo de franquistas rezaba y daba vivas al dictador mientras un cura con sotana criticaba a la cúpula de la Iglesia por no impedir la exhumación.

Otro momento de tensión se ha vivido cuando la familia ha rechazado reemplazar el féretro de madera por uno nuevo, pese a algunos desperfectos en la madera. Finalmente, las autoridades han accedido y ocho familiares del dictador, entre ellos, cuatro nietos, han llevado a hombros el ataúd original del entierro, de 1975, hasta la salida de la basílica. En ese recorrido, de unos 300 metros, han pasado por delante de la tumba de José Antonio Primo de Rivera, fundador de Falange, y del pasillo de criptas en las que yacen más de 33.800 víctimas de la Guerra Civil, enterradas sin nombre y apellidos y en muchos casos amontonadas después de que filtraciones de agua deshicieran las cajas de los columbarios.

La familia Franco se ha resistido hasta el final con una cadena de recursos ante los tribunales: desde el Supremo a Estrasburgo pasando por el Constitucional. Este jueves han difundido un comunicado que describe lo sucedido como una "profanación". "Lo que el Gobierno presenta como una victoria de la democracia no es más que un impúdico circo mediático que solo busca propaganda y rédito electoral", añaden. La decisión de trasladar los restos del dictador ha sido avalada por los tres poderes del Estado: el legislativo, el ejecutivo y el judicial. El Gobierno de Pedro Sánchez llegó a sugerir que sería en julio del año pasado, recién llegado a La Moncloa. Fue el pulso de los Franco en los tribunales lo que demoró la fecha de exhumación. “Es la primera victoria de los vencidos”, opinaba la ministra de Justicia en funciones, Dolores Delgado, a EL PAÍS una vez que el Gobierno se liberó de todos esos obstáculos para arrebatar el monumento a Franco.

El traslado se ha llevado a cabo en helicóptero, el "plan A" del Gobierno si lo permitía la niebla y el viento por ser más corto (unos 15 minutos) y más seguro. En el súper puma del Ala 45 del Ejército del Aire, acompañando a los restos de Franco, estaba la ministra de Justicia, el abogado de la familia del dictador, Luis Felipe Utrera-Molina (hijo del exministro franquista José Utrera Molina) y Francis Franco.

"Franco vive"

La Fundación Franco no obtuvo permiso para manifestarse frente al Valle de los Caídos, donde este jueves apenas se ha congregado un pequeño grupo de franquistas con pancartas en la que se podían leer mensajes como "Franco vive". Sin embargo, en El Pardo, en el cementerio de Mingorrubio, donde se encuentra la nueva tumba del dictador, las concentraciones de franquistas fueron mucho más amplias y ruidosas, incluyendo el canto a coro del Cara al sol.

Los restos del dictador reposan ya junto a los de su esposa, Carmen Polo, en un panteón en el que el Gobierno ha invertido casi 40.000 euros porque se encontraba "en mal estado". El Ejecutivo es el titular de la tumba, ya que la familia ha rechazado su oferta para comprarlo al precio tasado por metro cuadrado. Los gastos de mantenimiento y de seguridad (se ha colocado una puerta blindada, unas rejas y sensores de movimiento) correrán a cargo, todavía, del Estado.

"Hoy España cumple consigo misma. Hoy se pone fin a una afrenta moral: el enaltecimiento de la figura de un dictador en un espacio público. Nos costó mucho tiempo deshacernos de un régimen represor. Y casi nos ha llevado el mismo tiempo apartar los restos de su artífice del homenaje público. Era más que un anacronismo y una anomalía: un agravio a la democracia española. Ponerle fin era un deber para las generaciones que no crecimos bajo el trauma de la Guerra Civil y el franquismo. Hoy rendimos un tributo a todas las generaciones pasadas. Y con el pensamiento puesto en las generaciones futuras proclamamos que la enseña de la democracia y la convivencia ondeará siempre en nuestra patria", declaró con gran solemnidad en La Moncloa el presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez.

Ningún otro presidente, tampoco los dos socialistas que estuvieron 22 años en el poder, Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero, dio este paso. El PP, que siempre se opuso a la posibilidad de trasladar los restos, se abstuvo en la votación en el Congreso. Pablo Casado, el primer líder de este partido nacido en democracia, decidió no apoyar la iniciativa. Albert Rivera, de la misma generación, llevó a Ciudadanos también a la abstención porque consideraba que este asunto no era prioritario. El PSOE y Unidas Podemos lo acogieron con entusiasmo, aunque Pablo Iglesias ha criticado ahora el momento en el que se hace —a dos semanas de las elecciones— y ha llegado a pedir que se retrase hasta después de los comicios.

Vox: la maldición de Tutankamon

Desde que se ideó la exhumación ha crecido en España, por primera vez desde los ochenta, un partido de extrema derecha, Vox, que tiene 24 escaños. Su líder, Santiago Abascal, ha llamado "carroñero" este jueves a Pedro Sánchez. “Quien remueve a los muertos acaba pagándolo, como la maldición de Tutankamon”, ha dicho.

Los relatores de Naciones Unidas que en los últimos años han visitado el Valle de los Caídos han recomendado a España en varias ocasiones que resolviera esa anomalía internacional e interviniera en un monumento que hasta hoy seguía dirigido por los mismos principios y decretos que el dictador dejó “atados y bien atados”. De los 500 periodistas acreditados, 58 eran corresponsales y enviados especiales de países como Alemania, Francia, Italia, Reino Unido, EE UU, Rusia, Colombia, México y hasta Irán, Turquía o Qatar. La prensa internacional siempre se sintió atraída hacia la anomalía española: hasta este jueves, era la única gran democracia occidental que tenía a un dictador fascista enterrado con honores de Estado. La normalidad europea tardó 44 años en imponerse y eliminar el último gran rescoldo del franquismo. Y no pasó nada. El país llevaba ya muchos años preparado.

© El País (España)

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