Por Fernando Savater |
Si sobre cada problema se les pregunta en qué mejora la solución de la derecha a la de la izquierda o viceversa, no tienen ni idea; a veces, cuando no saben
lo que disponen los mandos de una y otra, prefieren motu proprio la del partido opuesto, hasta que informados de lo que deben creer de acuerdo con sus “principios”
vuelven a apretar las filas ortodoxas.
Con su habitual desenfado afirma Pío Baroja: “Dicen que nos debemos dividir en izquierdas, derechas y centro. Todo eso de izquierda, derecha y centro yo lo veo muy claro
en los descansillos de las escaleras; pero en la vida no lo noto absolutamente nada”. Esto lo escribió en 1933: si la mayoría hubiese pensado así, quizá no habría habido Guerra Civil.
Desde luego hay razones para preferir ciertos planteamientos políticos a otros, porque protegen derechos ciudadanos o benefician a la mayoría sin aplastar minorías,
pero nunca porque lleven el marbete propagandístico de izquierda o derecha. Creer ahora en esos rótulos es ser como niños que juegan a indios y vaqueros o a policías y ladrones.
Habrá una sensibilidad más de izquierda, con preferencia por la justicia social, y otra más de derecha, que prioriza la libertad personal. Ninguna sobra: pero cuidado
con los que se quedan fascinados en el descansillo en vez de subir la escalera.
© El País (España)
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