Por Manuel Vicent |
Pero hoy dar la talla solo es ya una dura exigencia de los modistos de alta costura en cuyos talleres se somete a refinadas torturas a las modelos para que adapten los cuerpos a sus
creaciones. Millones de jóvenes sacrifican neuróticamente sus carnes a los dioses de la moda para que les concedan la gracia de caber dentro del diseño de su ropa.
Dar la talla debería ser hoy una exigencia en cualquier profesión, sobre todo en la política. Fueran aborrecidos o admirados, sin duda, profesionalmente, Santiago
Carrillo, Manuel Fraga, Adolfo Suárez, Felipe González, Jordi Pujol, Tarradellas, Arzallus, en su momento, dieron la talla. Llegados de la Guerra Civil, de la clandestinidad y la cárcel o desde el fondo
del franquismo estuvieron a la altura de la historia; se sacudieron de encima la caspa congénita y decidieron unir sus fuerzas para sacar la carreta de la charca y empujarla hacia la nueva frontera de la libertad.
Con los líderes políticos de hoy la Transición no hubiera sido posible. Aunque unos sean altos y otros tengan una desmesurada labia e incluso algunos vayan de valientes
y pongan los genitales sobre la mesa, la impresión es que no dan la talla. Eso es lo que pasa.
© El País
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