Por Carlos Ares |
En este país lo que sobran son verdades. Todos sabemos lo que hay que hacer acá, también en la región y en el mundo mundial si nos dieran bola.
Sigan Twitter,
lean los comentarios en los foros, escuchen a taxistas, empresarios, sindicalistas, economistas, periodistas que fueron, políticos, abrojos, garrapatas infectas del poder desde hace treinta años, Felipe Solá,
De Mendiguren, Massa, Pino Solanas, Rial, Tinelli, Mirtha Legrand. ¿Les suenan demagógicos, inmorales, canallas, incapaces de asumir alguna responsabilidad por lo que hicieron/dijeron/dicen? Sepan disculpar y comprender
chiques. Pasa que somos argentinos. La culpa/patria es de/el otro.
¿Qué puede aventurar hoy un ciudadano común si apenas logra explicarse por la noche qué sucedió en el día? Aún cuando se las diera de graduado
o experto en algo, “actor”, “intelectual”, “escritor”, “filósofo”, “profesor”, “gurú”, ¿con qué cara o autoridad se dice a esta
altura del fracaso, después de treinta/ cincuenta/ochenta años, cuáles han sido los errores cometidos y cómo corregirlos?
Si cada uno hace su lista de responsables no habría una en la que todos los nombres coincidan. Un poco de silencio sería quizá la mejor contribución. Pero
tienta la botella cuando queda un último trago. Así es que, ciudadanos del futuro, brindo porque les toque a ustedes lo que a nosotros no: un proyecto de país que apasione y dé ganas de vivirlo.
No recuerdo ahora cuál era el mensaje, pero según mis apuntes iba por acá:
1) Que Buenos Aires no sea ya la capital política y administrativa. El proyecto aprobado nunca fue ejecutado. El traslado de la sede del poder iba a provocar un efecto dominó
en las migraciones internas y en las relaciones sociales. Una apertura geográfica y mental.
2) Si alguien todavía confía y nos presta, que las inversiones se orienten a desarrollar pueblos para ofrecer trabajo y vivienda digna a las personas hacinadas en la periferia
de las grandes ciudades.
3) Que se separe la Iglesia del Estado. Que el Opus Dei, los obispos y los colegios religiosos dejen de influir, de hacer lobby y negocios, de recibir subsidios, de encubrir pedófilos,
de ayudar a voltear gobiernos, de colocar ministros, de apretar jueces y legisladores. Que el derecho al aborto seguro y gratuito ya sea legal.
4) Que se limiten todos los mandatos políticos y sindicales y no puedan volver a ejercer cargos públicos. Que los Parlamentos por región reemplacen a los provinciales
y municipales. Menos cantidad de funcionarios, menos costos.
5) Que los aportes de los trabajadores a los gremios sean voluntarios. Que puedan decidir, según la oferta, si quieren afiliarse o no.
6) Que los jóvenes hasta los 25 años y los mayores de 50 desempleados tengan prioridad para conseguir empleo público en organismos del Estado.
7) Que se haga la reforma laboral, la impositiva y todas las necesarias.
8) Que el Estado tome el control de la producción, elaboración, distribución, venta y consumo de todo tipo de drogas y pueda destinar parte de los beneficios a atender
mejor, contener y ayudar a la rehabilitación de quienes lo necesiten.
9) Que los millonarios fondos destinados a perseguir inútilmente al narcotráfico se dediquen a mejorar las condiciones de vida de las personas más vulnerables.
10) Que los jueces no teman a los poderes de turno y hagan su trabajo. Que los procesos no se interrumpan ni demoren. Juicio y sentencia, absolución o condena.
Dirás, decepcionado, en el ¿2050?, ¿2080?, ¿tres mil?, es solo una lista de deseos. Y sí, fijate cuándo fue escrito. ¿Qué otra cosa se
podía tener entonces, en septiembre 2019, más que deseos de que algo cambie alguna vez?
(*) Periodista
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