Por Fernando Savater |
En segundo de comunes suspendí Latín por soplar en el examen a la maciza oficial del curso, que ni antes ni después me había rozado la mano ni mirado más
que de lejos, como si fuera iraní. Lo mío eran las monjas: con velos, tocas y todo, aunque aguerridas como nadie. Cuando hicimos pinitos revolucionarios, hubo tres o cuatro que nunca me fallaron. No daban arengas
pero no tenían miedo... y además sabían latín.
Ahora una de las propuestas de Sánchez, ni siquiera la más disparatada, propone regalar la matrícula del primer curso universitario a las chicas que elijan ciencias.
Deben creer que los varones tenemos vocación y por tanto somos insobornables, mientras que a ellas les da lo mismo con tal de ahorrar. ¡Sobran filólogas y filósofas, menos Hannah Arendt y más
madame Curie!
Pero no es tan fácil dar gusto a los educadores de mujeres: en el siglo V, Hipatia (que algunos suponen virgen, como mis monjas) fue desollada viva por una turba de cristianos
pedagógicos, a pesar de que además de filósofa era matemática y astrónoma. Reconozco que hemos mejorado desde entonces, porque ahora las científicas salvan el pellejo. Que dure la
tregua.
© El País (España)
0 comments :
Publicar un comentario