Por Laura Di Marco
En su última aparición en La Plata, durante la presentación de "Sinceramente", Cristina Kirchner apenas mencionó a Alberto Fernández, el
hombre que inesperadamente quedó ubicado en el centro de la escena política argentina y el principal constructor del pavimento que podría depositarla nuevamente en el poder. Sin embargo, las estrellas
del acto en la ciudad donde nació fueron otras. Las cámaras enfocaban a un sonriente Axel Kicillof, sentado en primera fila -y verdadero interlocutor de Cristina- y a Florencia Saintout, en el marco de un auditorio
copado por La Cámpora.
Cristina solo rozó a Fernández cuando dijo: "Le dije a Alberto que, en la próxima etapa, tenemos que construir nuevas mayorías". Unas mayorías
que, en el lenguaje cristinista, bien podrían traducirse en nuevas hegemonías. Mientras esto sucedía en la Argentina, Alberto evitaba en Madrid una foto con Pablo Iglesias, el líder de Podemos,
la izquierda española, que es el equivalente del kichnerismo duro. En cambio, se reunía con la presidenta del Banco Santander, Ana Botín, y días atrás, en Buenos Aires, se había dado
el lujo de coquetear con Carlos Melconián, con quién se reunió dos veces después de las PASO.
Pero la postal de La Plata escondía otras tensiones en el aire, aunque invisibles para ojos distraídos. Saintout, la elegida de Cristina, no sólo le sacó
10 puntos de ventaja al macrista Julio Garro en las primarias sino que derrotó a su adversaria interna, Victoria Tolosa Paz, la mujer de Enrique "Pepe" Albistur, uno de los mejores amigos de Fernández
y dueño del departamento de Puerto Madero donde vive el candidato. Saintout y Tolosa Paz -es decir Cristina y Alberto- se han prodigado una seguidilla de cuchillazos invisibles durante la campaña, aunque esta
semana aparecieron juntas en una foto que ambas publicaron en las redes, como para disimular esos choques subterráneos. Cuántos sapos hay que tragarse con tal de ganar.
La tercera tensión escondida en aquella escena, y de la que nadie habla, es emocional y política. Máximo Kirchner recela de Axel, algo así como el hijo político
preferido de su madre. Destinatario de todos sus elogios -y también de los cargos- Máximo se pregunta, en la intimidad, por qué el candidato a gobernador bonaerense es Kicillof y no él. O por qué
el exministro parece haber sido reivindicado -al menos por una parte de la sociedad- y él sigue demonizado.
Juan Grabois, cercano a Cristina, dinamitó esta semana toda idea de moderación con su propuesta de reforma agraria -con expropiación de campos, incluida-, que fue
apoyada, incluso, por Emilio Pérsico. El planteo que, según Grabois, es parte de la agenda de los movimientos sociales, cayó como una bomba en el universo albertista y sus adyacencias. Un malestar que
esta noche, en La Trama del Poder (LN+), blanqueará el economista Agustín D'attellis, cercano a Fernández, quien criticará al líder
de la CTEP por generar "incertidumbre" y "daño" con sus palabras y adelantará el trazo grueso de un eventual proyecto de reforma laboral light. También Emmanuel Álvarez Agis,
antes muy cercano a Kicillof y hoy dentro del albertismo, es un economista que asegura haber transformado sus puntos de vista más duros y confiesa, en la intimidad, que está dispuesto a dar batalla ideológica
con el núcleo más fanático de La Cámpora. En refuerzo, D'attellis admitirá que fue un "error" haber abandonado el camino de la sintonía fina (o sea, el ajuste) que había
propuesto inicialmente Cristina, en su segundo período.
A fines de julio, el economista Guillermo Calvo causó un revuelo mediático argumentando que lo mejor que podía pasarle a la Argentina era que ganara el Frente de
Todos porque, de esa manera, el peronismo podría llevar adelante el ajuste con "apoyo popular" culpando al gobierno de Macri. El macrismo lo crucificó pero, a la luz del resultado de las PASO, aquellas
declaraciones no suenan hoy tan descabelladas.
En el más estricto silencio, albertistas y cristinistas ya paladean un eventual futuro gobierno, a pesar de no haber ganado aún. Pese a ello, la repartija de cargos está
en marcha. En esta distribución, naturalmente Alberto pondrá las primeras líneas -los ministerios- y Cristina, las segundas. Pero ocurre que, en la cultura del universo K, las segundas líneas han
tenido históricamente más poder que las primeras. Si pensamos en el Ministerio de Justicia durante el último gobierno de Cristina, ¿quién lo conducía realmente, Julio Alak, su titular
o su segundo, el camporista Julián Álvarez? Cristina desea el manejo de la Cancillería. Un juego exterior que privilegiaría a sus aliados preferidos: Rusia, China, la América Latina bolivariana.
Alberto, aunque hace equilibrio con Venezuela, tiene una perspectiva mucho más abierta. ¿Quién marcará, entonces y en la práctica, el rumbo de la política exterior?
El primero en enviarle un mensaje encriptado a su socia fue el propio Alberto, cuando luego de haber arrasado en las primarias, afirmó: "Voy a gobernar con los gobernadores
del PJ". ¿No es obvio? Sí y no. Y no hubiera hecho falta aclararlo, salvo por la necesidad de exhibir poder de fuego hacia adentro de su propia coalición.
En la interna que se preconfigura, si es que el Frente de Todos logra finalmente imponerse en las próximas elecciones, los factores reales de poder de la Argentina se verán
inevitablemente obligados a optar por Alberto. Al menos, en una etapa inicial. La trama de la argentinidad promete sorpresas. Y, sobre todo, intensidad.
© La Nación
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