lunes, 12 de agosto de 2019

Un contundente voto castigo de los bolsillos desfondados

Mauricio Macri, luego de los resultados del domingo. (Foto/La Nación)
Por Claudio Jacquelin

Nadie dudaba en las horas previas sobre qué fórmula presidencial obtendría más votos. Las incógnitas estaban en la diferencia que le sacaría Alberto Fernández a Mauricio Macri y cuán cerca de obtener el 45% de adhesiones quedaría la oposición. Pero nadie anticipó ni vio venir la magnitud de lo que finalmente ocurrió: la abrumadora cantidad de sufragios que obtuvo el Frente de Todos y el notable nivel de rechazo que recibió el oficialismo. Un descomunal voto castigo para el Gobierno.

El volumen de la derrota del oficialismo fue tal que Mauricio Macri salió a reconocerlo antes de que se publicara ni un solo dato oficial, cuando la ciudadanía no contaba con esa información vital. No debió haber ocurrido. Como otras cosas que tal vez expliquen lo que acaba de suceder y por lo que la ciudadanía penó al oficialismo. La devastación anímica del Presidente pudo más que el cuidado de las formas institucionales.

Los resultados llevan a presagiar que la distancia entre los dos polos será difícilmente reversible en la elección general de octubre y que la oposición tiene mucho más encaminado el tránsito hacia la Casa Rosada de lo que sus más optimistas dirigentes y militantes imaginaban hace 24 horas. Salvo imponderables, que nunca pueden descartarse, pero que hoy cuesta avizorar, Alberto Fernández tiene ya puesta media banda presidencial.

Ahora, antes que pensar en octubre hay otras urgencias. Se abre un enorme interrogante para las próximas horas, cuando se produzca la segunda elección prevista para este mes: el voto de los mercados. Los mismos que se ilusionaron el viernes cuando algunas encuestas llegaron a pronosticar un empate.

En la fragilidad y el deterioro de la economía, general y personal, parece estar la clave de casi todo. Se votó con el bolsillo (desfondado). Los antecedentes permitían preverlo, las encuestas alteraron el sentido común. Acá también hay una mayoría que deberá revisar sus métodos.

Por lo tanto, lo que pase hoy en el ámbito financiero con el peso y los activos argentinos tiene tanta relevancia. En lo político y en lo económico. Mauricio Macri deberá dar señales de su capacidad para afrontar la adversidad, manejar la incertidumbre y corregir errores. Sigue estando a cargo del Gobierno. Hasta el 10 de diciembre es su responsabilidad. Esa debe ser su meta y su preocupación más inmediata.

También mucho dependerá de cómo los operadores financieros interpreten el mensaje y las señales de prudencia que se cuidaron de dar desde el entorno de Alberto Fernández en sus iniciales minutos triunfales.
Habrá que ver si lo refrendan con palabras y hechos los integrantes del ala más radicalizada del espacio triunfante. Casi todos mirarán al cristinismo puro y duro, al que los mercados le temen o recelan por sus antecedentes.

En retrospectiva, cabe destacar el acierto de Cristina Kirchner de dejarle la candidatura presidencial a Alberto Fernández y reservarse para ella el segundo lugar de la fórmula. Triple objetivo conseguido: bajar los niveles de rechazo que su figura concitaba, ampliar la base de apoyo y garantizar la preservación de la identidad para los más fieles, que representaban más de un 35 por ciento de los electores.

Los 12 puntos sumados por el Frente de Todos por encima del piso del kirchnerismo es mérito de la entronización y exculpación del exjefe de gabinete y adversario durante 10 años. También de la suma (y perdón) de Sergio Massa para que implosionara el tercer actor que podía llevarse votos opositores.

El voto castigo al gobierno nacional hizo el resto. Tanto que arrastró en su estrepitosa caída a la dirigente política con mejor imagen de la Argentina: María Eugenia Vidal. El corte de boletas del que tanto dependía y sigue dependiendo su suerte en la provincia de Buenos Aires tuvo una expresión casi testimonial. Las tijeras nunca aparecieron y será ahora mucho más difícil que aparezcan en octubre.

La marea de votos que obtuvieron Alberto Fernández y Axel Kicillof en territorio bonaerense es suficiente disuasivo para los intendentes peronistas que pudieran haber tenido alguna duda respecto de una eventual contratación de afiladores de elementos cortantes para proveerles a sus vecinos en la elección general. El cambio climático es una realidad.

Los votos de la franja central del país también fueron renuentes para el Gobierno.

Antes de estas PASO, la intención de atenuar las aristas kirchneristas con la designación de Alberto Fernández, más la elección de Miguel Angel Pichetto como compañero de fórmula de Macri, permitían suponer que en un próximo gobierno, cualquiera fuera el ganador, debería tender a diluirse la grieta que divide y enfrenta patológicamente a los argentinos desde hace más de una década. Al menos en sus aspectos más grotescos.

Ahora, parecen haberse adelantado los tiempos para convertir la construcción de puentes y la búsqueda de acuerdos en un imperativo categórico.

Mucho más valor tiene en estas primeras horas la promesa que hizo en su primera aparición victoriosa el ahora favorito para llegar a la Presidencia, cuando afirmó: "Se terminó el concepto de grieta y de venganza".

Alberto Fernández pareció encontrar una voz propia eficaz en las últimas dos semanas de campaña que cobró más altura en la noche de la victoria. Está obligado ahora a sostenerla y profundizarla.

Tal vez después de este resultado, aunque parezca tarde, Macri pueda revisar su desapego a la palabra como herramienta fundamental para la construcción política. Un proyecto no es algo tangible (como el pavimento que tanto le atrae), mucho menos en tiempos de dificultades, cuando se requiere de explicar y convencer. Hacer política es comunicar. Y su eficacia no depende de una maquinaria de marketing político por más perfecta que sea, sino de las personas que encarnan el ideario político. Algo salió mal.

Ahora, todo es más frágil

Más allá de las contingencias electorales, el Presidente deberá extremar su capacidad de conducción para encarar los meses que le quedan de mandato. Ciento quince días en la Argentina de las urgencias pueden ser una eternidad.

Como suele ocurrir siempre en las etapas de transición, todo es más frágil ahora. Al menos hasta que se consolide la nueva etapa. Faltan dos meses aún para la elección que consagrará al nuevo Presidente, más allá de que muchos puedan dar por hecho quién será. También faltan otros cuatro meses para que se establezcan nuevas relaciones de poder. Interno e internacional.

Un país entero mira expectante. Casi la mitad, ilusionado, Más de un tercio, atónito. El futuro sigue siendo una gran incógnita, al margen de las certezas alcanzadas en estas PASO que trascendieron largamente la mera selección de candidatos. El mundo también mira, pero puede decidir antes. No es para descuidarse.

Oficialistas y opositores están obligados a no repetir errores del pasado argentino. La madurez no puede seguir haciéndose esperar después de tantos años de fracasos y de crisis recurrentes.

© La Nación

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