domingo, 25 de agosto de 2019

Sala de espera

Por Carlos Ares (*)
Esperamos desde fines del año pasado por las elecciones a gobernador en las provincias. Después, para saber quiénes serían los candidatos en la nacional, con quién arreglaba cada uno. Ahora hay que esperar hasta octubre. Qué te hacen dos meses y pico más. Ponele cuatro y medio en total, hasta diciembre. Se hace el traspaso de poder y listo. Ahí arrancamos. No te digo que ya, ya, porque vienen las fiestas. Hay que esperar unos días más. Viste cómo es. Desde el 15 de diciembre en adelante todo se va dejando para el año que viene. La última semana, entre el 24 y el 31, no pasa nada.

Una pena que el año arranca en enero. Pleno verano. Cerrado por resaca, noches sin dormir o vacaciones. No es mucho más. Quince días o veinte para los que se las puedan tomar. Pasa también que es un mes largo. Te vas, volvés y todavía no terminó. Si contás la semana de las fiestas de diciembre y hasta el 31, enero se hace eterno. Para colmo, el calor. Treinta y pico de grados desde la mañana. Si no te pudiste rajar, no da tampoco para empezar nada. Una mesita en la vereda del bar, en el patio, el jardín o la terraza, una cervecita fría, algo para picar y a esperar tranquilos hasta que amanezca febrero.

Ahí sí, ¿ves? Febrero es más corto. Da para moverse, caminar, salir a correr y comenzar a pensar en que se viene la maratón, la carrera de fondo a un ritmo imparable, la que va a durar quién sabe cuánto. ¿Veinte, treinta años? Yo diría más. Con las ganas que tenemos todos de dejar atrás de una vez un siglo de frustración, imaginate.

Siendo prudente, conociéndonos como nos conocemos los argentinos, con esa sabiduría, habilidad y viveza criolla que nos distingue y por la cual nos reconocen en el mundo, pensá por lo menos, sin exagerar, sin ambicionar demasiado, en un ciclo de crecimiento económico para todos de sesenta, setenta años, mínimo.

Ya nos veo a todos juntos, unidos en el objetivo, metiendo, defendiendo la camiseta nacional cuando hay que defender y atacando nuestros problemas de fondo. ¡Qué país ganador vamos a hacer, ¿no?!

¿Seis, siete meses más? ¿Qué son? Ya lo cantó Gardel. Si veinte años no son nada, qué te cuesta aguantar seis meses. Al fin, ¿llevamos cuánto esperando? ¿Desde cuándo? ¿El fin de la dictadura? ¿Cuál dictadura? ¿Desde antes del golpe de Estado? ¿Cuál golpe? ¿El del 30, del que participó Perón, el que dieron los milicos en el 43 que llevó a Perón al poder, el que dieron contra Perón, el que dieron contra Frondizi, el de Onganía contra Illia, el que provocaron los Montoneros, el que dio Videla contra la viuda de Perón? Es que son tantos... Pero ya fueron, olvidate, basta de nombrar muertos. ¿Qué son cien años en la vida de un país?

Miralo en su justa medida. Si hace tanto que estamos esperando, qué te jode esperar ahora unos meses, hasta marzo. La ansiedad es mala consejera. Acordate que después de apurar el final de Alfonsín, vino Menem. Y después de que las bandas de Aníbal Fernández estimularan en 2001 los saqueos para echar a De la Rúa, vino Duhalde. Así que tranquilo, ahora. Paciencia. Hay que esperar. El susto, la alarma irracional te paralizan. La locura sin control no es buena consejera.

Te veo venir. Llegado marzo, vas a decir: ¿tanto esperar para esto? De un modo o de otro, con un tonito más o menos cínico o irónico me lo venís reclamando cada marzo, o julio, o septiembre, el día del mes del año que sea. Desde la época de Alfonsín. Cuando se empezó a hablar de cierto “desencanto” porque la democracia no llegaba a cumplir con todo lo que había prometido que estás con esa. ¿Tanto esperar para esto? Me obligás a insistir con la misma respuesta de siempre: pará, esperá, dale tiempo. ¿Cuántas veces lo hablamos? Estamos condenados al éxito, gil, nos abrocharon a la felicidad, cadena perpetua nos dieron.

Me dirás que a mucha gente se le fue y se le va la vida a la espera de lo que nunca sucede. Y sí, esa no te la puedo negar.

(*) Periodista

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