viernes, 30 de agosto de 2019

La dificultad argentina de traspasar el poder


Por Sergio Suppo

Tres semanas después de una batalla innecesaria, pero con un resultado abrumador, Mauricio Macri y Alberto Fernández no encuentran la manera de representar los papeles contradictorios a los que quedaron obligados. Es un juego corto y complejo de cuatro meses que, sin embargo, se convirtió en una eternidad por la nueva tormenta de desconfianza financiera que cae sobre la vieja crisis económica del país.

El Presidente desearía seguir en carrera hacia su reelección. Le tocó, en cambio, ser un presidente debilitado obligado a evitar que la Argentina y su propio gobierno caigan en un abismo más profundo. Al candidato opositor le gustaría poder consumar con una votación definitiva el resultado concluyente que tuvo en las elecciones primarias. Fernández oscila ahora entre actuar como un candidato o colaborar con su adversario para que la situación que reciba no sea peor. No les gusta ser socios, se recelan y caen a diario en la tentación de volver al día anterior a las PASO.

Cada vez que en los últimos 20 días el dólar pegó un salto, Macri responsabilizó a Fernández y Fernández acusó a Macri, con el reflejo condicionado de los candidatos que pelean por el poder. Todavía lo hacen, ahora en medio de un incendio que quema los salarios, achica el valor de las empresas y agiganta el recuerdo de las crisis de 2001 o de 1989. Tal vez no sea una simple casualidad la secuencia que se repite en esos dos casos. Una derrota electoral de los candidatos del presidente radical de turno, motivada en el descontento económico, el peronismo que encuentra un camino de inmediato regreso al poder, un quebrantamiento de la confianza de la moneda y una precipitación traumática que vulnera los tiempos institucionales y los reemplaza por acontecimientos fácticos. Raúl Alfonsín renuncia cinco meses antes del final de su mandato; Fernando de la Rúa, cuando apenas había completado la primera mitad de su ciclo presidencial. Luego llega el peronismo y justifica todas las medidas que toma en la situación crítica que encuentra.

Es una huella histórica la que parece llegar desde el fondo del siglo pasado y que el ciclo democrático abierto en 1983 no logró superar. La dificultad de traspasar el poder es un asunto que solo se atiende y a la vez se sufre en el momento en que ocurre. Y siempre ocurre que hay una crisis económica como contexto de una sucesión que se convierte en pesadilla.

"A la Argentina le cuesta mucho trabajo reconocer el valor que tiene la sucesión política, el valor de la alternancia política y, desde luego, el valor que tiene el pluralismo social, cultural y político, entendido como resultado de una sociedad que practica la democracia". Son palabras de Natalio Botana, unos siete años atrás, con motivo de la reedición de su libro El orden conservador. El conflicto de la sucesión es, para Botana, uno de los problemas esenciales del sistema institucional que buscó ser resuelto por Juan Bautista Alberdi en términos que hace más de un siglo se volvieron inaceptables: "gobiernos electores en lugar de elecciones". En dosis ínfimas, los antecedentes de Alfonsín y De la Rúa son utilizados como antídotos para evitar caer en lo mismo. Si es verdad que la historia no se repite, sería bueno saber que es suicida imitar sus secuencias más oscuras.

© La Nación

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