Por Sergio Suppo
A modo de mantra conurbánico, desde que se fue del poder, el kirchnerismo viene entonando su deseo de regresar. Aunque no es precisamente budista su puesta en escena, la repetición
infinita del "vamos a volver" busca instalar esa intención como una realidad inevitable.
Con los hits "Macri basura, vos sos la dictadura" y el más directo "Macri, hijo de puta, la puta que te parió", el "vamos a volver" completa
una trilogía en todas las movilizaciones.
Como un actividad extracurricular, la militancia viene practicando desde hace años la emboscada y el escrache, en más de un caso decorada con cascotazos, insultos y escupitajos
a Macri, María Eugenia Vidal y otros funcionarios del oficialismo.
En las redes sociales, la hinchada de Cristina celebra la militancia del escrache.
Hay, sin embargo, un pequeño detalle que comenzó a incomodar a los recaudadores de votos del kirchnerismo. Y es que la exhibición de ese deseo y la manera violenta
de exponerlo barren con el plan de maquillaje y ocultamiento de esos modos detrás de las buenas maneras del candidato presidencial.
Una cosa es querer volver y otra, anticipar que el regreso no incluye ningún aprendizaje.
© La Nación
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