Por Gustavo González |
Cuenta que, en un pueblo, un caballo se había caído a un profundo pozo del que los habitantes del lugar no podían sacarlo. Resignados, optaron por darlo por
perdido y tirar tierra sobre el animal para cubrir de una vez por todas el pozo con él adentro.
Empezaron a hacerlo, pero el caballo se iba sacudiendo de encima cada centímetro de tierra que le arrojaban y que
terminaba depositada debajo de sus patas. Cuanta más tierra le tiraban, más tierra iba quedando debajo de él y, por lo tanto, el caballo cada vez estaba más cerca de la superficie. Primero subió
medio metro, después un metro, después dos y, al final, el caballo al que querían enterrar fue ascendiendo hasta quedar a nivel del piso.
Sin proponérselo –cuenta Macri–, las personas que habían querido enterrar al animal fueron las que lo salvaron.
Los planes de la historia. El Presidente había escuchado este relato y lo adoptó como propio. Hoy lo repite porque se siente identificado con el caballo al que muchos quisieron dar por muerto allá por abril, cuando
el dólar llegaba a los 46 pesos y el riesgo país rozaba los mil puntos. Y pese a que lo negó en público, él mismo llegó a evaluar si lo mejor no era dar un paso al costado y dejar
que fuera María Eugenia Vidal la candidata del oficialismo.
Macri podría considerar que su cuento no hace referencia solo a su triunfo sobre los que quisieron correrlo de la carrera presidencial. También lo podría entender
como una idea hegeliana sobre el devenir de la historia: él convertido en un nuevo emergente de un momento histórico, incluso más allá de la voluntad de determinadas personas que lo creían
terminado (los que, aun con pena, tapaban el pozo con el caballo adentro) y de él mismo, que estuvo tentado a aceptar ese destino.
Siguiendo a Hegel, se podría decir que la historia se burla de los hombres. Macri, el hijo de un polémico empresario, el posmoderno, el desideologizado, el sin partido,
se convirtió en apenas diez años en el elegido de una mayoría que lo empoderó porque era quien mejor la reflejaba.
Llegó a la Presidencia por su propia voluntad, pero sobre todo por la voluntad de los sectores que se sintieron espejados en él.
Fue un entramado social que representó a poco más de la mitad del electorado (en el ballottage de 2015 se impuso por solo dos puntos de diferencia sobre la otra mitad).
La lógica política podría decir que ahora, tras cuatro años de malos resultados económicos, habría al menos unas 600 mil personas que en 2015 votaron a Cambiemos y que ya no lo harán
por sentirse desilusionadas con su gobierno.
De tal forma que Macri perdería esos dos puntos que le hicieron ganar hace cuatro años y ya no sería presidente después del 10 de diciembre.
Pero la lógica histórica que lo llevó a la Presidencia, que lo hace ser el primer mandatario no peronista en terminar su mandato y en competir con chances por
la reelección en medio de esta crisis, quizás tenga otros planes.
El pozo de Cristina. La metáfora del caballo al que unas personas quieren tapar y la historia destapa también
es aplicable a otros candidatos. Cristina sería el mayor ejemplo.
Hay una parte de la sociedad que quiere que ella sea pasado, porque sufrió sus modos, sus gritos, sus persecuciones, los malos resultados económicos de su último
mandato. Son empresarios que no quieren que regresen los aprietes de sus funcionarios, los pedidos de coimas. Son periodistas maltratados y perseguidos. Son jueces oportunistas que actúan al calor del poder de turno
o magistrados que genuinamente presumen que sus gobiernos fueron corruptos.
El Gobierno dice que la sociedad argentina no quiere volver al pasado kirchnerista, pero lo cierto es que las encuestas muestran que Cristina aún tiene posibilidades de recuperar
el poder. Ella también es ese animal del cuento de Macri al que se le arrojó tierra para enterrarlo en el pozo, pero la historia se empeña en empujarla hacia la superficie.
Y no es un duelo entre dos opciones que pugnan por convertirse en el exponente perfecto de este momento histórico.
A veces la historia no tiene más alternativa que elegir entre lo malo y lo peor. Y hoy la opción parece ser entre un macrismo que arrojó uno de los peores resultados
económicos de una Presidencia y un kirchnerismo que, también por sus resultados, ya lleva perdidas tres elecciones consecutivas.
Quizás si hubiera habido la voluntad y la habilidad política suficiente, habría existido una tercera alternativa que representara a una nueva mayoría
social que quisiera dejar atrás a quienes gobernaron los últimos ocho años. Pero eso no estaría ocurriendo.
Lo que sí ocurre es la escenificación, tanto desde Macri como desde Cristina, de una apertura hacia aquellos que están aburridos de la grieta y de sus resultados.
Ella, designando a Alberto Fernández como su supuesto jefe. El, abriendo la fórmula a un peronista de la tercera vía como Miguel Angel Pichetto.
El verdadero Alberto. Los dos la tienen difícil, pero habrá que reconocer que el mayor esfuerzo es
el de la ex presidenta: convencer a los indecisos de que ella se someterá disciplinadamente a un subordinado que ejercerá un poder equilibrado y dialoguista.
El desafío de convencer a todos de que el kirchnerismo se convertirá en lo que nunca fue se choca cada semana con el propio candidato que demuestra que es la expresión
más extrema de esa corriente política.
A sus ya habituales cruces con periodistas se sumó esta semana el video que dio a conocer Perfil.com sobre un incidente ocurrido el año pasado en un restaurante. Fernández
dijo en su momento que un hombre lo había golpeado y luego esa persona se tiró al piso para inculparlo. Pero en el video se ve que fue él quien se levantó de la mesa para golpear a un hombre que
aparentemente lo estaba insultando.
El video deja en claro algo más grave que la mentira: demuestra que es una persona a la que le cuesta no salirse de quicio, ser capaz de soportar preguntas picantes de un
periodista o insultos de un ebrio o de un cliente de un shopping (otro altercado que también quedó grabado), sin reaccionar violentamente.
Perfil fue testigo de su agresividad durante los seis años en que fue jefe de Gabinete de Néstor
y Cristina Kirchner. Un largo tiempo en el que se atacó a esta editorial desde medios y tribunas oficialistas, se la discriminó con la publicidad oficial, se envió a intermediarios a negociar pauta a cambio
de independencia editorial, se intentó pagarle a un periodista para que anticipara las tapas de la revista Noticias, se le impedía el ingreso a la Casa Rosada y se castigaba a los funcionarios que recibían
a los cronistas de nuestros medios.
Tapar el pozo. Los políticos deberían prestar atención a los indicios que la historia les
va dando.
Que haya importantes sectores de la población que vienen intentando tapar, como en el cuento del Presidente, un pozo con sus líderes adentro, simboliza un malestar
tanto con el pasado como con el presente. Hasta ahora, tanto Cristina como Mauricio lograron sacudirse la tierra que arrojan sobre ellos y salir a la superficie con chances de seguir siendo los mejores exponentes de su
tiempo. Pero el recurrente malestar que obliga a elegir entre dos pobres opciones puede ser el anticipo del comienzo de un nuevo movimiento de la historia que cubra de una vez este pozo agrietado que sigue partiendo en
dos a la sociedad argentina.
© Perfil.com
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