sábado, 27 de julio de 2019

Campaña generosa

Por Roberto García
El advenimiento electoral hace milagros. Por un lado, Kicillof pide más plata para la policía, la discutida y ex maldita Bonaerense, mejor remuneración para los responsables de la seguridad en la provincia donde compite por la gobernación. Un arrepentido del histórico kirchnerismo que era poco propenso a las fuerzas del orden (a menos que fuesen propias).

Y, del otro flanco, María Eugenia Vidal sostiene la necesidad de concederles más salario a los maestros, a los mismos que enfrentó sindicalmente hasta el hartazgo. Otra arrepentida, tal vez de sí misma. 

Inesperada coincidencia de los aspirantes en la mutua generosidad para subir el gasto o aplicar mayores impuestos, piadosos con los ahorros ajenos. Después de escucharlos, nadie debe pensar cínicamente que la preocupación por los ingresos de esos dos sectores, ricos en votos, es parte de una seducción para el día de los comicios y no una cristiana contrición para salir del pecado golpeándose el pecho. Queda suponer que Kicillof no habla de los maestros, ya los tiene; y Vidal no habla de los policías, ya los tiene.

Mutaciones. Imaginarios, producidos, reales, después de cuatro años los dos candidatos han cambiado en apariencia; por la publicidad son otras personas para la fantasía popular: una, confundida con una sílfide alada, encandilante; el otro, considerado un metrosexual por el misterio que suelen encerrar los petisos.

Y reconocen en esa presentación artística un fiel seguimiento a sus jefes: Macri también admite mal cálculo económico en su gobierno, se arrepiente; mientras, Cristina ya se ha disculpado en un par de ocasiones y hasta con periodistas, una proeza en su carrera. Si es necesario, lo hará setenta veces siete. Parece que pedir perdón es un negocio para todos.

Como se sabe, hasta ahora nadie le otorga el triunfo a Macri en las Paso. Y en ese ejercicio de encuestas, a la gobernadora todavía le va peor que al Presidente: así se llega al primer partido del 11 de agosto, pero no al resultado de la final. Por lo menos es lo que se afirma en los búnkeres oficialistas, hoy esperanzados en arañar la victoria última. Incluyendo un adicional: debido a la extrema polarización que parece registrarse, no habrá ballottage y el comicio se resolverá en primera instancia con la alternativa que supere o ronde el 45% de los votos. Se va en esa dirección.

Como hay razones de volumen, siempre dirime la provincia de Buenos Aires. Entonces, habrá que observar los aportes o desprendimientos que generen los aspirantes a la gobernación. Hasta ahora, Kicillof no alteraba las mediciones, era neutro, y se beneficiaba con el efecto ganador de Cristina en los sondeos. Pero se empezó a exacerbar cierta reticencia a su candidatura por parte de intendentes con origen peronista, algunos prevenidos al estilo macartista de Pichetto, los que por sostener un buen trato con Vidal han deslizado su disposición a impulsar un corte de boleta que podría separar en el escrutinio al economista de la ex presidenta. Presuroso, para desmentir esa traición o mitigar su impacto, como si presidiera el gremio de los peluqueros, Alberto Fernández declaró: los intendentes no juegan con la tijera. Es cierto, para estos casos las boletas ya vienen cortadas, no hacen falta tijeras. Como ocurrió casi siempre. Ahora, en la trastienda se dice que más de medio millón de estas papeletas suplentes se van a repartir en el Conurbano. Gentileza de Vidal, libélula que sueña con un corte del 7% para disputar un cabeza a cabeza con Kicillof, como en sus mejores tiempos contra Aníbal Fernández.

Frente interno. El presunto descontento municipal con el postulante se estira incluso a las listas de diputados que decretó Cristina, de inspiración y fidelidad camporista, a pesar de que las presida Massa: también en ese mercado se habla de un corte, eventual discriminación que podría favorecer a Graciela Camaño acompañando la fórmula Lavagna-Urtubey, considerada más peronista que otros etiquetados con el sello oficial. Quedan por venir nuevas jugadas, por ejemplo, un pacto con alguna de las figuras de la tercera vía que desintegró la polarización. Y saborear otras paradojas. Como la de Espert, quien carece de candidato a gobernador por arbitrio judicial, una vacancia o encomienda sin destino que puede favorecer a la gobernadora Vidal en un rango oscilante de 2 a 5 puntos. Lo curioso es que ese mismo número y los mismos votantes, en el orden presidencial, lo seguirán a Espert con la seguridad de restarle votos a Macri. Finalmente, por razones técnicas termina siendo una propuesta para todos los gustos.

Y como no se acaban los portentos electorales, el sindicato de Camioneros se comprometió a velar con fiscales por la salud ciudadana del kirchnerismo, lo que supone una protección de las boletas de aquellos partidos poco organizados en el cuarto oscuro, como el de Espert. O sea que Moyano les pagará a sus voluntarios para custodiar las monedas del economista, su más proclamado y desafiante enemigo. Un dislate antológico.

Hasta Carrió, en su vanagloria por competir editorialmente con Cristina, ya desahució a Macri para las PASO, a cambio de ubicarlo luego triunfador por paliza en octubre. Algebra infantil poco explicable, nadie utilizaría el término “paliza” si el mandatario después pudiera lograr la victoria. Parece que no son los números, entre otras falencias, lo que caracteriza la versación de la diputada. Se alegra, eso sí, de haber incorporado a un peronista como Pichetto en la fórmula presidencial, una muestra profiláctica de apertura ideológica. Pregunta: si ha sido sanadora esa inclusión, cuesta entender el apartamiento que ella y Macri le depararon a Emilio Monzó, un peronista propio. Más que estas interrupciones de campaña, importa otro dato: la solvencia del Gobierno y el ojo galáctico de Trump para mantener el dólar alrededor de $ 45 en todo el proceso electoral, detalle que junto al freno a las tarifas alivia la temperatura inflacionaria. Con ese mínimo recurso, más algo de kirchnerismo de reparto (créditos blandos, cuotas, cierta mejora paritaria) y numerosas promesas de recuperación, intentará cubrir desalentadores índices de consumo, industria, pobreza o actividad. Casi un milagro que pretenda ganar con esos tétricos guarismos, aunque la elección –según los expertos– todavía es “levantable”. Se incluye a Vidal en ese vaticinio, quien no se imagina un personaje de tango, de mujercita engañada por una multitud de intendentes.

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