Por Carlos Gabetta (*) |
Esas ocurrencias ya fueron citadas aquí mismo (28-6-10), por Esteban Peicovich, a propósito del deterioro del lenguaje. Del “boludo” que hoy reemplaza casi
todo; nombres propios, apelativos tanto despreciativos como admirativos. El habla expresa un contenido, y cuando este es mínimo o inexistente “sale” así, como una nada reiterativa, un cacareo que
por no ser, siquiera es llamativo; solo irritante. Del lenguaje de Sarmiento, que despreciaba la mentalidad y el comportamiento indígena y gaucho, pero proponía educarlos, hemos pasado a la reivindicación
de una mentalidad, comportamiento y lenguaje populistas de un nivel tal que el sanjuanino los hubiera puesto muy por debajo del de gauchos e indígenas, que aunque iletrados, tenían códigos y maneras. No
es lo mismo ser bruto porque analfabeto e ignorante, que bruto alfabetizado y con acceso a educación y cultura. Lo primero es casi un destino; lo segundo, una opción.
En la Argentina de hoy, esa idiotez lo inunda casi todo. Basta preguntarse dónde han quedado el espíritu, la lucidez, la ilustración, la perseverancia y el coraje
del país que exportó su independencia a América Latina; el de Moreno, San Martín, Echeverría y Sarmiento. El de la Ley de Educación 1.420, universal, obligatoria, gratuita y laica
de 1884 y el de la Reforma Universitaria de 1918, expandida por medio mundo. El de Leandro Alem, José Ingenieros, Alfredo Palacios y Alicia Moreau de Justo. El de los cinco premios Nobel; tres de ellos en ciencias…
Esa “madre” hoy subsiste, casi sin estímulos y en medio de graves dificultades, pero aún vigorosa, en las ciencias y las artes, que siguen enorgulleciéndonos
y asombrando al mundo. Pero ha prácticamente desaparecido de la política, reemplazada por el personaje grosero y vomitón. ¿A qué liberalismo o conservadurismo adheriría hoy un Sarmiento?
¿A qué nacional-catolicismo un Leopoldo Marechal?
Ante la oposición de la Iglesia Católica a la Ley 1.420, Julio A. Roca no dudó en romper relaciones diplomáticas con el Vaticano y expulsar del país
al nuncio apostólico. Palacios, primer diputado socialista de América en 1904 y líder indiscutido, fue expulsado del Partido Socialista en 1915 por batirse a duelo, algo que los estatutos prohibían.
Cada cual a su manera, con sus limitaciones personales, ideológicas y de época, todos respetaban reglas, autoridad y modales, costara lo que costase. Tanto los partidarios como la sociedad en su conjunto juzgaban
esos comportamientos. “Boludo” era aún insulto; “mala palabra”…
Hoy, Cristina Fernández no se presenta al traspaso del gobierno a su legítimo sucesor y es aplaudida por sus “bases”, a las que tampoco molesta que “la
señora” (se la sigue llamando así, a pesar de todo), enfrente una serie de gravísimos cargos por corrupción. El legislador socialista porteño Roy Cortina se “corta solo”
hacia Cambiemos (no es su primera vez) y el partido discute si corresponde o no una sanción. El liberalismo en versión macrista hace una pésima gestión y sigue encabezando algunos sondeos electorales.
Quien dude de la idiotez política vigente, que se pregunte por el programa de gobierno –no ya por “quién va o no va con quién”– de cualquiera
de los partidos o alianzas en curso, ante la grave crisis nacional y los amenazantes conflictos mundiales.
(*) Periodista y escritor
© Perfil.com
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