La muerte de un poeta esencial,
Luis César Andolfi
Luis César Andolfi, poeta y periodista, en una de sus últimas fotografías antes de partir a Buenos Aires, donde murió a los 80 años. |
Por Nelson Francisco Muloni
Hoy ha muerto el poeta Luis César Andolfi, el ingenioso Luchín, el profundo periodista, el amigo, el compadre de casi todos. Sus desmesurados y veloces pasos por las veredas
hasta los pasillos de El Intransigente, pronto a elaborar sustantivos y verbos con los que sostener el editorial del día o las columnas de las inconfundibles separatas culturales, hicieron de Luchín uno de los
personajes más lúcidos del periodismo y de las letras salteñas.
Dispuesto siempre a valorar la amistad tanto como sus propios versos, lo que no le impedía discutir horas enteras e, incluso, volcar después sus razonamientos en bravos
editoriales que daban placer leerlos. Diagramaba con una sólida exquisitez y manejo de los espacios, las páginas de los suplementos culturales a los que llenaba de columnas firmadas con su propio nombre o utilizando
seudónimos que eran anagramas como Lucas Dalfino.
Inconfundible poeta, sus versos trasuntaron un espíritu lleno de emociones íntimas, no exentas de cierta dolida ironía y buceadoras, siempre, de la esencia misma
de la vida, del amor:
Ninguna imagen parecida
a la que dejamos de ver
cuando todo el amor nos abandona.
Cuando en la noche
-a la mesa-
somos únicos huéspedes.
Al pasar estos límites
es necesario
que tomes tus cuidados
pues el viaje de la razón
nos vuelve míseros.
En este poema inédito de Andolfi, se muestra claramente tal cual es el corazón del poeta. No hay rabia en él ni resignación. Hay sabiduría.
La misma que volcó en muchas de sus obras publicadas como Canciones a Rosalba (plaqueta), El pan que se ha caído, Oda al ocio o Del agua oscura remotamente clara. Allí está Luis Andolfi y, cada tanto, el Luchín de la cotidianidad se aparece entre los intersticios de valiosos versos.
Luchín no toleraba la estupidez. Y lo expresaba, sin tapujos, con una acidez que amedrentaba a las mediocridades que rondaban por aquella antigua vuelta de vinos y amigos con muchos
poemas y escaso dinero en los bolsillos, casi siempre nocturnos.
Luis Andolfi se ha muerto. Hoy, a los 80 años. Yo, escriba, compañero y compadre de Luchín, he aprendido a valorar a su lado, la risa, el afecto y la rapidez de
su ingenio. Me enorgullece que dos de mis libros hayan sido destinatarios de la prosa esencial de Andolfi en los generosos prólogos que me ha dedicado.
Amigo de tantos y de casi todos los que construyeron el inmenso edificio de las letras salteñas, Andolfi nos falta, porque nos falta el aire de su gracia, la huella de su poesía
y la definición certera de sus prosas periodísticas. Luchín regresará, siempre, en sus odas y en los espacios que lo seguirán esperando:
He quedado en silencio divagando
familiares fantasmas,
pobladores posibles de la casa.
Así decía Andolfi en El pan que se ha caído, para estrujarnos el corazón en ese pan que se ha llevado para siempre.
© Agensur.info
0 comments :
Publicar un comentario