Por Roberto García |
La cínica consigna viene a cuento de la próxima elección en Córdoba, este domingo 12 de mayo, en la cual nadie duda del triunfo del gobernador Juan Carlos
Schiaretti, quien a partir de esa jornada abre un abanico personal que no solo lo confirma en el cargo, sino que lo habilita para convertirse en candidato presidencial de un espacio sin líder cierto, al que se le reconoce
jefatura por vigencia y territorio.
O, lo más probable, convertirse en árbitro y gran elector de la interna partidaria, ordenador con su palabra de la competencia entre los postulantes de Alternativa Federal
(uno de sus fundadores y sponsors), quizás el único de esa extracción partidaria que incluso podría opacar a la transformista Cristina de Kirchner, que hoy, luego de su discurso en la Rural, le
arrebata el pseudónimo de candorosa “Heidi” a María Eugenia Vidal.
Para seguir en la ruta de las frases, el gobernador puede renovar aquel viejo eslogan universitario de la Reforma: “La luz viene de Córdoba”, si la memoria es correcta.
Sin embargo, se desconoce la aspiración íntima de Schiaretti, sea porque ha dicho más de una vez que no puede abandonar a los cordobeses luego de que lo hayan votado por un nuevo mandato o debido al asedio
de una suma de complicaciones de salud que lo inquietan: le quedaría pendiente –se rumorea– una operación del corazón, la persistencia de tratamiento de diálisis o el acoso de la diabetes.
Un frondoso prontuario médico, controlable, por supuesto, pero que desanima a cualquier ciudadano común de 70 años. No es el caso, claro, de un político peronista. Razón por la que suele
formularse una pregunta: si puede renovarse como gobernador, ¿por qué no podría presentarse como candidato presidencial? Aun así, pocos son los que se atreven a concederle ese rol supremo, más
bien lo rodean o miman con la esperanza de que se expida a favor de uno de los contendientes. Hombre de la economía, clave en su momento en la cercanía de Domingo Cavallo, rediseñado en política
y en apariencia imprescindible para un sector del electorado –después, sobre todo, de la muerte de José Manuel de la Sota–, los principales jugadores de ese tercio electoral sin liderazgo definido
aguardan su eventual palabra de apoyo.
Antecedentes. Vale conocer la etapa previa a la definición de este domingo, el catecismo desplegado como respuesta
a cada uno de los participantes que se le han acercado reclamándole una adhesión imprescindible siempre buscando presurosamente al ganador.
La respuesta: una muestra de cordobés básico y de peronismo elemental. Y hasta de humor.
* Al salteño Urtubey le dijo: el día 13 de mayo, luego de la victoria, te acompaño, me pronuncio a favor tuyo.
* A Lavagna le dijo: a partir del 13 de mayo, voy a sostener tu candidatura.
* A Massa le dijo: a partir del l3 de mayo, estaré en campaña con vos en solidaridad con los acuerdos que habías realizado con el gallego De la Sota.
* A Pichetto le dijo: a partir del l3 de mayo seré tu principal sostén en la postulación. Vale anotar que hoy el senador, enojado con la Corte que, por
vía indirecta, le impidió renovar su mandato al bloquear la reelección de Weretilnek, rebajó sus pretensiones y coquetea con ser número dos de Lavagna (quien se ha enamorado de sus destrezas
en el reciente viaje a Vaca Muerta que, entre otros, fomentaron Techint y el fondo recaudador Vista del ex titular de YPF, Miguel Galuccio) o ser número dos de Macri si este dispone una apertura política en Cambiemos.
En cuanto al presidente Macri, Schiaretti le reconoció y agradeció que nunca un presidente había hecho tanto por Córdoba, incluyendo en esa opinión
al resto de las provincias, una generosidad contante y sonante del 15% de la coparticipación, al revés de la tacañería y capricho que en ese sentido habían tenido otros mandatarios nacionales,
léase Cristina. Con el ingeniero, además, lo reúne una vieja amistad desde los tiempos en que juntos deambularon por Socma, empresa formada por Franco Macri y que dispuso la contratación de incipientes
figuras del peronismo (por citar a otro: Carlos Grosso).
Influencer. En ese contexto, a Macri le dijo que a partir del l3 de mayo va a poder contar con él –para
su candidatura–, y al español Felipe González le adujo compromisos ya contraídos para no recibirlo, pero prometió que a partir del 13 de mayo compartiría sus propuestas sobre el pacto
y hasta viajará a España para verlo. No debía ignorar que el ex presidente socialista, arrastrado a Buenos Aires en esta ocasión por un empresario de laboratorios, estuvo la última semana
iluminando a Macri durante dos horas y media sobre la conveniencia de promover el acuerdo nacional que desde antaño justifica sus viajes y estadías con el artificio del Pacto de la Moncloa.
Tuvo efectos sobre el ingeniero, particularmente porque le insistió en que no se dejara abrumar con los problemas económicos, que mantuviera la ruta que lo separa del populismo
y, mucho menos, que no se le ocurriera desertar para cederle la candidatura a María Eugenia Vidal. Sería peor el remedio que la enfermedad, le advirtió, como suelen decir en su tierra.
Al menos para la existencia territorial de Cambiemos. Más balsámico Felipe que el sosiego del dólar en estos diez días pasados.
Cuesta afirmar, desde el periodismo, que las promesas del lunes l3 hayan sido vertidas por Schiaretti al pie de la letra, sí que constan en la bitácora confesa de cada
uno de los protagonistas citados, embarcados en la fecha como el destino de sus vidas. Cada uno, a su modo, confía en el favor del gobernador triunfante para resolver la candidatura de Alternativa Federal, hoy bloqueada
por la negativa de Lavagna para ir a una interna y el rechazo a otros instrumentos plausibles. Como la convocatoria a distintos encuestadores, con auditores en el medio, que finalmente concluyan en el aspirante más
deseado por los electores, idea que le atribuyen al empresario José Luis Manzano, quien se instala en Europa pero trisca en la Argentina.
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