Por Guillermo Piro |
La explicación del método que siguió para completar su proeza es interesante por lo escueta: “Para llegar al Polo Sur hay que poner un pie delante del otro
hasta que se llega”. Parece un chiste, pero es una respuesta muy seria a la pregunta “¿Cómo se llega al Polo Sur?”
Kagge también es famoso por completar lo que se conoce como el “desafío de los tres polos”, o sea llegar al Polo Norte, al Polo Sur y a la cima del Everest.
“No hay nada racional en querer ir a esos lugares”, dice. Pero lo que deja entender al mismo tiempo es que tampoco hay nada racional en hacer cada día lo mismo: tampoco es racional levantarse temprano todos
los días para ir a trabajar.
Lo que tienen en común el Polo Norte, el Polo Sur y el Everest, dice Kagge, es que a los tres sitios se puede llegar caminando. Eso tampoco es un chiste: es la pura verdad. “El
problema es que esta sociedad de la comodidad redujo los tiempos y los esfuerzos que significan los traslados. Pero al mismo tiempo los privó de vida. Para Kagge, el taxi permite hacer en cinco minutos el camino que
caminando se haría en veinte. Los medios de transporte permiten atravesar en media hora lo que a pie tomaría dos horas. Se ahorra tiempo, pero se pierde experiencia.
“Lo más difícil de todo es la rutina: hacer las mismas cosas todos los días. Te despiertas, desayunas, te subes a un colectivo, vas a la oficina. No hay nada
más fácil que volverse esclavos”. Pero al mismo tiempo entiende que “teniendo que trabajar, es casi inevitable repetirse. Y sin embargo existe la posibildiad de tener una vida más rica”.
¿Y eso cómo sería? Interviniendo en la rutina.
Según Kagge, cualquiera, sin tener que ir hasta el polo, puede llenar sus días de novedades, imprevistos y experiencias.
Basta caminar. El hábito de usar los medios de transporte “acostumbró a las personas a aislarse, a considerarse extrañas en relación con el contexto.
Se puede ir de Nueva York a París en pocas horas, pero todo lo que se gana en velocidad se pierde en experiencia”.
Afrontar cada kilómetro tiene un sentido profundo, especialmente en relación con nosotros mismos. No tiene nada que ver con el esoterismo o la autoayuda, no se trata de
superación personal en el sentido más práctico y vulgar: la vida a las corridas, las responsabilidades, la velocidad se volvieron una vocación, casi un culto. Uno siempre tiende a elegir la opción
más simple, y eso es un problema. La sociedad actual, dice Kage, “pone a nuestra disposición la posibilidad de no esforzarnos, de evitar encuentros y fricciones, de no perder tiempo. Bien, yo creo que elegir
la opción más simple a menudo es un error: es mejor ir en sentido contrario, elegir la opción más difícil. Esto permite poner la justa distancia entre el deseo y el resultado: el cansancio”.
Kagge propone un truco para cuando uno se encuentra en estado de estrés y repleto de pensamientos: “Subir las escaleras hacia atrás. En esa situación
el cerebro deja de divagar y se concentra en una operación. Es en ese momento que uno vuelve a estar presente en su vida”. De más está decir que es algo que debe ser hecho en ocasiones extraordinarias.
Y sobre todo, aconseja Kagge, cuando nadie nos ve.
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