sábado, 20 de abril de 2019

¿Y si no se presenta?

Por Roberto García
Suspendió el viaje a Europa. Razonable decisión del Presidente: no parece el momento adecuado para tratar el Mundial de 2030, entre otras misiones, cuando se lanzan medidas de emergencia para contener el galope de la inflación y la trepada como una hiedra del riesgo país, amén del precinto para ahorcar al dólar, mientras se derrumban otra vez las acciones argentinas y una encuesta más amigable que adversaria sostiene que, holgadamente en una segunda vuelta, la viuda de Kirchner le gana a Macri.

El mensaje oculto del sondeo: hagan las valijas los enemigos de Cristina, vienen por todo. Advertencia que recuerda, también, una jugada del gobierno de Alfonsín en el 85 para despertar el miedo en una previa electoral con el slogan “Democracia o caos”. Nada nuevo en la viña pascual, menos la precipitada concertación de ciertos precios y subsidios al consumo que instruyó la administración oficialista como paradigma del cambio. Una contradicción de vida luego de más de tres años de gestión corriendo en otro sentido. Hasta el Fondo Monetario avala las medidas intervencionistas –algunos se vuelven keynesianos cuando se percibe una catástrofe–, aunque ese tipo de controles ya los aceptó el organismo cuando bendijo el austral.
Entonces, eso sí, había un plan.

Control de daños. Se refugia el mandatario en una casa del country cordobés El Potrerillo de Larreta (siempre signado por ese apellido), poco ostentoso, con viviendas de clase media, amable para la familia y, sobre todo, convocante para los entusiastas del golf: dispone de una de las mejores canchas del país. Buen lugar para airearse del mal olor porteño, aunque más de una vez eligió esa distracción mediterránea cuando no estaba asfixiado y sin problemas para arrastrar las piernas, como le ocurrió en esta semana de naufragio personal. Por no hablar de su estragada apariencia física: dormir poco provoca daño. Para colmo, le anticiparon que habrá denuncias sobre un ministro suyo por una casa no declarada en Portugal, otro escándalo. Como cada día parece peor que otro, uno de sus dilectos amigos y consejeros, apoyado en los resultados ingratos de los focus groups que solventa el mismo gobierno, arrojó en una sesión reflexiva la conveniencia de suspender la pretensión reeleccionista y trasladarle esa responsabilidad a María Eugenia Vidal (aspiración que ella rechaza con vehemencia, a pesar del declive que también padece, quizás porque se ha convencido –o la convencieron– de que Cambiemos es Macri por encima de todo, maldecido o no).

Preguntó el íntimo si no era Macri más un impedimento que un acceso para sustentar la coalición en la Casa Rosada, interrogante que más de uno piensa y no se atreve a formular en el entorno. Fue la inquietud de quien lo quiere, un próspero que ha invertido en la Argentina y debe temer por su propio fondo e imagina que una parcial deserción política puede mitigar el desprecio popular que hoy acumula el Presidente, al que muchos sospechan difícil de revertir en simpatía hasta la llegada de los comicios (conviene señalar que solo faltan treinta días hábiles para presentar las listas y este tema, por la confusión reinante, ni siquiera se discute). Le faltó nafta a la duda que planteó el intruso, habrá que consentir que proviene de un advenedizo del poder y hasta el más osado entiende que necesariamente ahora habrá que aguardar la repercusión de las nuevas medidas anunciadas, que el ministro de Economía volverá a explicar el lunes próximo por previa incapacidad docente y comunicacional cuando las anunciaron. Para entonces, en lugar de Córdoba, el inquieto cuestionado seguirá en Miami, avanzando con su catamarán por el bello paisaje de Bimini, quizás emulando a otros navegantes que dejan trampas en la profundidad para atrapar langostas de agradable digestión y sabroso gusto. No solo de la mirada vive el hombre.

Recalculando. Placeres caribeños que tal vez no tienten a Cristina, cercana en estos días a Cuba, cuya cancillería se entusiasma con un regreso de ella a la Casa Rosada, seguramente por amor y no por conveniencia si es que alguien les cree a estos revolucionarios: hay cierta felicidad por la posible entronización de una vestal afín en el continente justo cuando se derrite Maduro. A un módico precio, además, por lo menos en relación con las extraordinarias coberturas que debió aportar Trump para sostener a Macri. Y todavía faltan más contribuciones. Ella, por ahora, es bastante más barata. Se supone que se regocija con su nieta en la isla, finalmente es una abuela, mientras la salud de su hija no revela preocupaciones complejas; apenas un exceso el recurso para dilatar el avance judicial. De paso, la impasse de estos viajes turísticos le evita a la ex mandataria compromisos políticos en las provincias, mantiene un silencio que la protege ante el electorado y goza con el resultado de las encuestas. No dice qué quiere ser, al revés de Macri, y espera definiciones en el arco de Lavagna-Massa-Urtubey: confía recoger algunas víctimas desilusionadas por más que hoy la rechacen: supone que habrá saltos para su sector, como parece suceder con algunos gobernadores. Justo los que no pensaban en saltar, ya que nunca estuvieron peor que en los tiempos que ella gobernó. Vive Cristina, entonces, el mejor momento de la polarización, el tiro por la culata que se pegó Duran Barba.

Móvil, dinámica, la política igual exhibirá sorpresas. Aunque falta poco. Es lo que trama Lavagna sin demasiada organización, casi un descuidista de la política si llegara a progresar. Ni muestra nombres a su vera –aunque Guadagni, Pichetto y Ricardo Gutiérrez lo visitan–, formó una mesa en la provincia de Buenos Aires (cuatro peronistas, dos UCR, un socialista, un Gen y el único Mid que queda), abre oficina porteña en la plaza Libertad y se fascina con outsiders como Manes o Tinelli, cada vez más se distancia de Massa y hasta parece compartir un plan de consenso multipartidario con Martín Lousteau como eje de campaña para seducir multitudes. Unos dicen que será su número dos. Curioso: el mismo destino dicen que se lo ofrecerá Macri, aunque en su recoleto círculo no le guardan demasiada confianza. Por su parte, Lousteau jura que nunca habló con ninguno de los dos candidatos sobre ese tema, aunque se ha reunido varias veces con ellos.

Ni siquiera parece que le preguntó a Lavagna sobre el control de precios, tema en el que al veterano ex ministro le sobra versación: empezó con Revestido-Gelbard en el 73 y también participó en el de Sourrouille con Alfonsín. También le hubiera servido su consejo a Macri, en esa materia parece más solvente que Dujovne.

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