lunes, 8 de abril de 2019

Vidal, frente a la difícil misión de rescatar a Macri


Por Claudio Jacquelin

"A mí siempre me tocó correr de atrás y tener que remarla. Nunca la tuve fácil, y ahora tampoco. Ya estoy habituada. Ahora hay que trabajar para tratar de ganar". Con tanta determinación como subordinación, la soldado María Eugenia Vidal ya se puso al frente de la difícil misión de rescatar al comandante Mauricio Macri, rehén de los desaciertos económicos.

La gobernadora bonaerense asumió que debe convertirse en el inflador de la desvaída imagen e intención de voto del Presidente en su provincia, pero también más allá de esa extensa y compleja frontera.

En el gabinete provincial se acabaron las especulaciones. Enterrada la posibilidad de desdoblar los comicios bonaerenses, la gobernadora dio la orden de cerrar filas y ponerse a trabajar para ganar las elecciones, sin descuidar una gestión que no está para ponerla en piloto automático, a la que no le faltan desafíos y amenazas, externas y desde dentro del propio espacio oficialista.

Tampoco hay plan B. La candidatura a la reelección de Macri no se discute. En la Casa Rosada y en La Plata blindaron los oídos para no escuchar los muchos planteos de revisar el nombre del postulante a presidente. Planteos que recrudecen a cada salto del dólar. Vidal es el plan A (de as de espadas).

En la alta imagen que mantiene, pese a todo, la gobernadora y en su capacidad de transferirle votos a su jefe reside gran parte de la ilusión electoral oficialista. Exactamente al revés de lo que ocurrió en 2015, cuando Macri potenciaba a una casi ignota Vidal.

Para la gobernadora también se trata de una cuestión de autopreservación. Vidal sabe que corre el riesgo de que, aunque su misión de rescatar al Presidente sea exitosa, al final no haya salvavidas para ella. La elección provincial no tiene segunda vuelta, a diferencia de la presidencial. Se gana o se pierde por un voto.

En 2015, ella obtuvo el triunfo sobre Aníbal Fernández (nada menos) gracias a un inusual corte de boletas. En el territorio bonaerense, Scioli le había ganado a Macri en la primera vuelta por 4,4 puntos. En el tramo para gobernador, se invirtió la relación. Hoy la mayoría de las encuestas pronostican que la diferencia entre Macri y Cristina Kirchner (si se llegara a presentar) es en la provincia de más del doble de la que logró Scioli.

Retener la gobernación parece imposible sin recortar aquella distancia en el segmento presidencial a la mitad, como mínimo. Nadie imagina otro Aníbal Fernández en la boleta kirchnerista. Cristina ha traspasado demasiado el límite de la racionalidad en materia electoral, pero si encontrara y eligiera otro esperpento habría que concluir que pretende, más que recuperar el poder, convertirse en un caso de estudio científico multidisciplinario.

Este contexto determinó que el club de remeros de Vidal ya empezara con una pretemporada de doble turno. Macri no deja de aparecer todas las veces que puede para hacerse una selfie con la gobernadora y su equipo. A nadie deben quedarle dudas de que van e irán en el mismo bote.

La obediencia y el instinto de supervivencia de la gobernadora no son los únicos factores aglutinantes que devolvieron la cohesión a la cima macrista, después de meses de diferencias, que abarcan desde la gestión administrativa y política del gobierno nacional hasta la estrategia electoral. Se terminaron las discusiones, aunque persistan las contradicciones.

Hay dos ventajas comparativas que tiene Cambiemos. Y no es solo el control del Estado, que en las elecciones muchas veces puede compensar el lastre de una gestión cuestionada y hasta mejorar las chances de un mal candidato.

La primera diferencia a su favor es que, terminado el devaneo por el desdoblamiento y sepultado el plan B (o V), ya tiene definidos los candidatos (las catástrofes no cuentan). El mundo que orbita en torno de Cristina Kirchner sigue buscando señales en la oscuridad que ella proyecta sobre lo que hará. El peronismo alternativo se debate entre sus incertidumbres. Nadie sabe si habrá una amplia interna entre Roberto Lavagna, Sergio Massa y Juan Manuel Urtubey. Tampoco, si ese peronismo dividirá y compartirá audiencia con el solista Lavagna y su orquesta de socialistas, margaritos y radicales disidentes y sin territorio. Y nadie descarta que Massa aguarde a que se baje Cristina con la ilusión de unas PASO panperonistas, a riesgo de que eso ocurra al filo de la presentación de listas, el 22 de junio. Pero el tiempo no espera.

La segunda ventaja radica en el indiscutido (y envidiado por sus rivales) know how electoral de Cambiemos y su actualizada maquinaria digital de última generación, que para esta campaña cuenta con el beneficio adicional de que la tecnología 4G llega al 95% de los clientes de la telefonía celular, que en 2015 solo la tenía un 15% de los usuarios, dicen en la Casa Rosada.

Tan reconocida es la capacidad de los estrategas electorales que nadie discute la autoridad y el liderazgo en la materia de Marcos Peña, con el aporte de Jaime Durán Barba y sus socios. Cualquier diferencia y cuestionamiento al jefe de Gabinete cesa cuando aparecen las urnas en el horizonte. En campaña, para el macrismo es Messi.

Ese equipo también aprovecha el tiempo para definir la estrategia y la táctica de la campaña. En los principales distritos están a la espera de las conclusiones que sacará de los focus groups ya realizados el integrante de la troupe de Durán Barba más admirado y menos conocido: el sociólogo Roberto Zapata.

En su provincia, Vidal recorre distritos con tanta enjundia como en 2015 y sus principales colaboradores, como el jefe de Gabinete, Federico Salvai, trabajan para fortalecer a los 69 intendentes que tiene Cambiemos, sobre un total de 135, tanto como a los candidatos que aun con pocas chances pretenden sumar nuevos municipios. Tanto o más importante que ganar es perder la menor cantidad posible de votos. Una fuga de adhesiones en cada distrito podría resultar letal.

Las últimas encuestas recibidas en la gobernación muestran que, aun en municipios en los que la gestión de Cambiemos es cuestionada, la imagen de los intendentes supera a la de Macri. Si las dos puntas de la boleta (la de candidato a presidente y la de la intendencia) son las que más han pesado históricamente en los distritos, será mucho el trabajo de Vidal para subir el piso de Macri y no ser arrastrada por él, pero con el aliciente de que contaría con un soporte de los jefes comunales que no tenía en 2015.

También necesitan que no haya fuego amigo. Siempre el más peligroso. El operativo en el que hace una semana policías federales se enfrentaron con agentes de la bonaerense involucrados en un caso de extorsión y vínculos con el narcotráfico, que tomó por sorpresa a Vidal, es un antecedente demasiado cercano.

Que la mediática Patricia Bullrich no le avisara a su par bonaerense, Cristian Ritondo, con el argumento de asegurar el éxito del operativo no solo expone una seria desconfianza, sino que plantea dudas sobre la consistencia de uno de los logros de su gestión que esgrime Vidal: la lucha contra las mafias policiales y la ausencia de complicidad de sus funcionarios con ese submundo. Demasiado.

No había transcurrido una semana cuando las autoridades de seguridad provinciales se tomaron revancha con el promocionado desbaratamiento de una banda de narcotraficantes en barrios privados del conurbano, con el metamensaje de que había quedado fuera del radar de los agentes federales.

"El afán de protagonismo de algunos, como Patricia [Bullrich] o Cristian [Ritondo], no ayuda. Parece que a ella le pesó que se empezara a hablar de un posible candidato a vicepresidente radical y buscó reposicionarse, y él no se bancó que se pusiera en duda su gestión, cuando ya se decidió que encabezará la lista de los candidatos a diputado nacional", explicó, molesto, un alto funcionario de Vidal. No son tiempos para generar más suspicacias de las que la guerra de espías ya ha desatado.

Tampoco cayó bien en La Plata que la Casa Rosada abriera aquella puerta con los radicales para evitar fugas de los descontentos en la Convención de la UCR por realizarse el mes próximo. No molesta que se replique lo que ya se hizo en la provincia en 2015, sino que se adelanten los tiempos.

La decisión de mantener al radical Daniel Salvador como compañero de Vidal era casi un hecho, pero la ratificación llegaría como parte de la estrategia y la táctica electoral. Todo en su medida y armoniosamente. Subirles el valor a las acciones de los socios no suele ser un buen negocio para el accionista mayoritario cuando pretende mantener el control y no promover más demandas de participación en la toma de decisiones.

No siempre los objetivos superiores logran subordinar las ambiciones menores, pero la gobernadora no tiene dudas de cuál debe ser su norte. Tampoco tiene otra opción. Del éxito de su misión de rescatar a Macri depende su futuro.

© La Nación

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