La catedral de Notre Dame, uno de los íconos históricos de
París, quedó destruida por un incendio devastador.
La caída de la aguja de la catedral de Notre Dame. (Foto/AFP) |
“Son los fundamentos de la historia del país, y de París,
los que desaparecen entre las llamas. Es muy duro”, decía Cyril, un parisino
treintañero con los ojos enrojecidos, emocionado ante la imagen devastadora de
las llamas que desde finales de la tarde del lunes devoraban la catedral
situada en pleno corazón de la Ciudad de la Luz, de la que es uno de sus
principales símbolos.
Los franceses observan cómo la catedral de Notre Dame es devorada por un incendio. (Foto/El País) |
Marthe apenas osaba mirar. Pero tampoco lograba marcharse.
Las lágrimas le nublaban la vista mientras seguía horrorizada el ascenso de las
llamas que se alzaban entre las dos torres principales y que ya habían devorado
toda la cubierta. Cantante en el coro de Notre Dame, lo que veía desaparecer
era más que un monumento o un pedazo de historia. Era su vida. “He venido a
decirle adiós”, alcanzó a decir antes de volver a estallar en sollozos. “Se está
quemando un símbolo de la fe católica”, lamentaba también el portavoz de la
Conferencia Episcopal de Francia, Vincent Neymon.
Pasadas las diez de la noche y mientras los bomberos
continuaban trabajando, decenas de personas entonaron himnos religiosos. “Es
una parte de nosotros lo que se va, necesitamos expresarlo”, dijo Yannick, uno
de los congregados.
Hasta el presidente, Emmanuel Macron, quiso acercarse a ver
el desastre. El mandatario, que canceló el discurso clave que tenía previsto
pronunciar en máxima hora de audiencia con medidas para aplacar la ira de los
chalecos amarillos, se desplazó hasta la Cité, la isla donde se erige la
emblemática iglesia, mientras dijo compartir “la emoción de toda la nación”
ante la catástrofe. Líderes políticos de todo el mundo, desde Donald Trump (que
propuso en un tuit el empleo de hidroaviones para combatir las llamas) hasta el
presidente del Gobierno español Pedro Sánchez y la canciller alemana Angela
Merkel, también manifestaron su consternación.
El comienzo
El incendio comenzó alrededor de las 18.50 de la tarde,
cuando el centro de París rebosaba con los miles de turistas llegados con el
comienzo de la Semana Santa frío pero soleado y los parisinos que salían a esas
horas de sus puestos de trabajo o paseaban por el centro de su monumental
ciudad. La fiscalía de París ha abierto una investigación para identificar el
origen de un incendio que por el momento parece ser accidental. Las primeras
hipótesis avanzadas apuntan a que tuvo su origen en las obras de restauración
que se llevaban a cabo en el histórico edificio.
Enrique tampoco acierta a entender lo sucedido. Este
madrileño, de visita con su mujer y sus hijas en la capital francesa fue,
probablemente, uno de los últimos en visitar las torres de la catedral.
“Entramos en el turno de las 15.00 y a las 16.00 se cerraba al público”,
cuenta. La iglesia estaba, “como siempre, abarrotada”. Mientras sus hijas
miraban las espectaculares vistas que ofrecen —u ofrecían, al menos por una
larga temporada— las últimas plantas del monumental templo, él se quedó mirando
a los obreros que trabajaban en la zona donde aparentemente solo unas horas
después se desataría el incendio. “Estaban montando un andamio, vi a dos
obreros, trabajaban muy tranquilos”, recuerda. Hace años que se reclaman
trabajos de reparación de la anciana catedral, que habían comenzado recientemente.
“Una misión especial ha sido encargada de intentar recuperar
todas las obras de arte que se puedan salvar”, explicó Emmanuel Grégoire,
alcalde adjunto de París, en la emisora BFM TV. La caída de la noche aplacó los
ánimos, pero no despejó mucho los alrededores de la catedral en una ciudad
atónita ante la pérdida de uno de sus referentes, que seguía desprendiendo un
humo visible en buena parte de la capital. María José y Carlos, dos vecinos de
Avilés que pasan las vacaciones de Pascua en París, tenían previsto visitar el
martes la catedral. Ya no podrá ser. “Qué pena, es una pena tremenda, una
catástrofe, lo que se pierde en el fuego es irreparable”, lamentaban.
Informe: El País (España)
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