La izquierda acude a las urnas con el miedo a Vox como gran empuje movilizador. La derecha se concentra en su enorme deseo de echar a Sánchez.
Imágenes de la campaña para las elecciones de este domingo. (Foto/El País) |
Por Carlos E. Cué
España vota a ciegas entre el miedo y la furia. Cualquier resultado parece posible. Son 36,8 millones de ciudadanos los llamados a las urnas, pero muchos se quedarán en
casa. El éxito o fracaso de la izquierda y la derecha depende en buena parte de cuántos de los que habitualmente se abstenían decidan acercarse esta vez a los colegios electorales en una jornada sin excusas
meteorológicas, con un tiempo espectacular en todo el país.
Los españoles votan más divididos que nunca. Separados entre el miedo a Vox que se detecta en todos los mítines de los partidos de centro izquierda y la furia contra
el socialista Pedro Sánchez que ve en los de centro derecha. Las imágenes de los últimos actos de Vox han alentado el temor de los progresistas a que pueda llegar al Gobierno la ultraderecha que muchos
creían desaparecida en el único país de Europa que la tuvo en el poder hasta 1976. Las encuestas que dan vencedor a Sánchez alimentan la frustración de los conservadores que quieren echarlo.
La política española es un hervidero de sondeos reales y apócrifos en las últimas horas, que apuntan que la derecha no sumará, pero nadie se fía
porque no está tan lejos de conseguirlo. Todo depende de la participación y del reparto entre los tres que luchan de forma descarnada por el liderazgo de la derecha.
La política se hace con imágenes. Los vídeos de los multitudinarios mítines de Vox, en especial el de Valencia y el de Madrid, en la plaza de Colón,
se difunden a toda velocidad. El PSOE ha tenido actos muy grandes. El PP hizo un gran esfuerzo en el cierre en el Palacio de los Deportes de Madrid. Pero ningún partido ha logrado concentrar a tanta gente como la formación
de Santiago Abascal.
Los políticos veteranos advierten: abarrotar mítines es mucho más fácil que llenar urnas. “En los ochenta, Manuel Fraga llenaba sistemáticamente
la plaza de toros de Valencia. Y luego el PSOE nos doblaba en votos aquí”, comentaban varios dirigentes del PP valenciano este viernes.
Además, apuntan, estas imágenes tan espectaculares tienen un doble efecto: animan a los tuyos pero pueden movilizar mucho más a los del otro lado. Ninguno de estos
políticos veteranos ha olvidado el mitin más grande de la historia reciente, ahora irrepetible. El PP de José María Aznar y Eduardo Zaplana, entonces todopoderoso presidente de la Generalitat Valenciana,
logró llenar Mestalla, el estadio del Valencia, en las elecciones de 1996. Algunos cálculos llegan a 55.000 personas. Las imágenes con Aznar, Zaplana y Julio Iglesias como grandes protagonistas demostraron
la enorme fortaleza del PP, al que las encuestas le daban ganador por 10 o 12 puntos de diferencia.
Miguel Ángel Rodríguez, hombre clave de esa campaña, aún recuerda el estupor que sintió Aznar y todo su equipo cuando les llegaron las primeras encuestas
a pie de urna que les decían que iban a perder las elecciones por tercera vez pese a que el PSOE estaba en teoría hundido por los escándalos de corrupción. “Ya fue una sorpresa que en 1993
no ganáramos. A las 20.30, cuando llegaron las primeras israelitas, en el despacho de Aznar hubo un desconcierto total. Perdíamos. Después empezó el recuento y a última hora ganamos por muy
poco”, recuerda.
El gurú Pedro Arriola, siempre preocupado por el voto del miedo a la derecha, teorizó entonces que las imágenes de Mestalla habían movilizado a la izquierda
y casi le dan el triunfo al PSOE. Rodríguez cree que no fue tanto Mestalla sino la campaña de Felipe González, que aún tenía mucha fuerza y logró un arreón final. Pero pocos
niegan que buena parte de los españoles van a votar esta vez con miedo a Vox.
Algunos lo dudan. “El problema precisamente es que Vox no da suficiente miedo. Le Pen o Salvini dan miedo. Pero Vox es demasiado ridículo. No nos lo creemos. Nos reímos
de ellos. Es el landismo llevado a la política. Y ese es el drama. Porque tal vez por eso son más peligrosos”, sentencia un veterano del PP.
La campaña ha servido para muchas cosas. Todo indica que ha logrado una movilización importante, con dos debates con audiencias récord que han dominado la escena
y han permitido a Podemos y Ciudadanos, los que salieron mejor parados, recuperar posiciones en sus bloques. Pero también sirve a los periodistas que la siguen para viajar por España y tratar de intuir qué
está pasando.
Moverse estos días por el país impacta. Se percibe un interés inaudito en estas elecciones imprevisibles. En todas partes se habla de política. Se especula
y se debate. Anochece en Valencia. Una pareja de personas mayores pasea cerca del Turia. Discuten sobre quién es más responsable de que crezca Vox, si solo la derecha o también la izquierda que no cambió
la educación cuando gobernó. Mediodía en el aeropuerto de Barajas. Cuatro ejecutivos ven el móvil de uno de ellos un vídeo de un mitin de Vox donde Iván Espinosa de los Monteros hace
un chiste en el que Sánchez e Iglesias son los ladrones que intentan entrar en su casa a robar y Abascal el tipo duro que la protege. Dos se mueren de risa. Los otros dos se llevan las manos a la cabeza. Un restaurante
en Valencia. Una pareja joven cena al día siguiente mientras mira el mismo vídeo de Vox. Él se lo enseña a su novia entre carcajadas. La chica aguanta poco. “Dani, basta, por favor, no los
soporto”. Él sigue viéndolo solo.
España parece en estas horas la escena final de Tesis, la ópera prima de Amenábar. Todos los pacientes del hospital miraban hipnotizados la snuff movie en sus pantallas. Vox tiene ese mismo efecto hipnótico en la campaña más bizarra
de los últimos años. Nadie puede parar de mirar. Ahora solo queda por saber si es solo eso, morbo efímero para las redes, o ha venido para quedarse y dominar la política española. Los votantes
deciden.
© El País (España)
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