Por Carlos Ares (*) |
Si no le cabe ninguno y pretende un tipo decente, sin relación con robos y estafas ideológicas en el pasado, idóneo para el puesto, el sistema le preguntará
si conoce a alguno dispuesto a bancarse que, al día siguiente de asumir, sus antecedentes sean usados como papel higiénico en la cloaca de las redes sociales. En caso de que responda: “sí, conozco
a un gil”, le pedirán por mensaje privado que no sea canuto y lo entregue. Tiene que ser mayor de edad, vacunado contra la resignación, apto físico y mental para resistir insultos, escraches y amenazas
de las mafias.
La suma de datos sería un formidable y certero “focus group”. Les ahorraría a los candidatos la fortuna que gastan en encuestadoras buitre para que les dibujen
los resultados. El marketing, la ropa, los afiches, las fotos con bebes, las pintadas, las sonrisas, los mensajes, llegarían como flechas lanzadas directamente al corazón del posible elector. A su vez, los ciudadanos
nos veríamos aliviados a escucharlos repetir “pobreza”, “educación”, “salud”, “seguridad”, “trabajo”, las palabras con las que salpimientan sus declaraciones.
Disparos de perdigones de plomo que dan en los huevos.
Para los pibes y los indecisos que entran a boludear, habría que añadir un videojuego. Un fulbito tipo FIFA argento donde el mejor equipo de los últimos cincuenta
años, con Prat-Gay, Melconian y otros, dispute la Copa Tetrabrik contra el clásico rival, los muchachos que se entrenan para volver en la cárcel de Ezeiza, Boudou, De Vido y demás, mientras el “chorizo”
Samid, que está a la parrilla, prepara el asado.
Ni hablar del éxito que tendría una versión del Pokeman Go con la que salir a capturar monstruos lanzando tomates a modo de Poke Balls. En el inicio habría
que darles a los que es sencillo reconocer en los programas de televisión. Son los que hablan de lo que sea con tal de salir en cámara. Viven de la guita pública desde hace casi treinta años y nunca
se hacen cargo de nada. Pongamos, Scioli, De Mendiguren, Eduardo Amadeo, Felipe Solá. Hay cantidad de esos.
Si se les acierta en la cara con los tomatazos, se pasa al siguiente nivel. Ahí aumenta el grado de dificultad. Los riesgos de perder vidas por el poder de destrucción
que tienen los empresarios coimeros, los sindicalistas corruptos, los recaudadores, los lavadores, los encuadernados, Jaime, Baratta y cientos de fotocopias de ruines y canallas, son altos.
Habría que andar por la calle atento a los Moyano, Cavalieri, Barrionuevo, Aníbal Fernández, Pablo Biró y demás monstruos encubiertos detrás
de discursos “por la patria”, “el pueblo”, “los trabajadores” o “porque para hacer política hace falta plata”. Si acaso los embocan, se van a declarar “perseguidos
políticos” para seguir chupando sangre y esfuerzo ajeno.
En lugar de tomates, hay que armarse de fiscales y jueces honrados convencidos de su poder y deber, para avanzar protegidos por ellos mientras el Indio Solari canta: “Un hermoso
día el de hoy!/ Ay! Qué bello día es hoy!/ Está para desatar nuestra tormenta /Que va a tronar por el dolor... Juegan a ‘primero yo’ y después a ‘también yo’/
Y a ‘las migas para mí’ y cierran el juego/ porque ya saben que... el tonto nunca puede oler al diablo (vida mía!) ni si caga en su nariz(...)”.
Una app a descubrir. Un tesoro de los inocentes. Un juego, no más que eso. Como para que la realidad virtual te permita hacer y disfrutar de lo que no podés en la real.
“Si no hay amor que no haya nada entonces, alma mía/No vas a regatear!”, canta el Indio.
(*) Periodista
© Perfil.com
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