Por Manuel Vicent |
Desde 1948 la Iglesia protestante de Dinamarca ha abierto a las mujeres el acceso al sacerdocio y ellas ahora ocupan ese cargo con una dignidad que entronca con la antigua práctica
de las vestales vikingas.
La mujer es una médium natural, puesto que todos hemos llegado a este mundo atravesando su cuerpo. No obstante, la jerarquía católica no ha logrado sacudirse de
encima la profunda neurosis que siente frente a la mujer, hasta el punto de erradicarle el sexo a la madre de Dios.
El feminismo se debate contra el muro insalvable del machismo de la Iglesia católica, que se nutre todavía de la cultura patriarcal del Antiguo Testamento y a su vez la
represión del sexo por el celibato ha convertido al sacerdocio católico en un albañal de pederastia.
Una ley del silencio mafioso protege a delincuentes eclesiásticos que sin excluir a cardenales, obispos y abades se han comportado como lobos depredadores de miles de niños
durante décadas ante el silencio atenazado de los fieles. Nada de esta infamia cambiará mientras la Iglesia católica no acepte que el sexo es un impulso limpio y natural bajo toda clase de pantalones y
faldas.
La Iglesia solo podrá recuperar la vida cuando los templos se llenen de sacerdotisas. Por cierto, aquella vestal danesa se había pagado los estudios de teología
haciendo un elegante striptease en una sala de fiestas.
© El País (España)
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