Por Claudio Jacquelin
Para la mayoría de los argentinos, los indicadores que
muestran la mala performance de la economía no son fríos números. Las encuestas
de opinión no dejan lugar a dudas: el deterioro en las estadísticas tiene su
correlato en el más subjetivo, pero muy registrable, humor social.
Mauricio Macri pudo comprobarlo el martes pasado, sin
necesidad de recibir el informe de ningún consultor, en su visita a una obra
del plan Procrear en pleno corazón de la ciudad de Buenos Aires, su distrito.
Dante, un albañil que dijo estar entre los que lo habían votado, lo interpeló,
le demandó, casi le rogó: "Haga algo ahora, estamos cada vez peor".
¿Fue una expresión aislada o minoritaria?
La mayoría de los encuestadores coinciden en que no se trata
de una situación individual. El humor promedio de los argentinos no pasa por su
mejor momento. Crecen el malestar por la situación económica y los reclamos al
Gobierno, como los de Dante.
Las sensaciones dominantes son "incertidumbre,
frustración y orfandad", afirma Eduardo Fidanza, socio de Poliarquía
Consultores.
Federico Aurelio, de Aresco, es más contundente aún:
"Hay mucha desazón por lo que pasa con la economía. La gente está muy
cansada. La valoración sobre el presente es muy mala y las expectativas sobre
el futuro inmediato son negativas", afirma.
"Hay un pesimismo general, que se manifiesta en
preocupación, dolor y angustia. Pero no hay ira", explica Pablo Knopoff,
de Isonomía.
En ese último matiz estaría una clave para explicar por qué
el oficialismo aún conserva un nivel de adhesión que lo sigue haciendo
competitivo electoralmente. No solo por contraste con la oferta electoral que
hoy compite con él. También, porque quienes lo enfrentarán finalmente son aún
una incógnita.
El director de Isonomía lo explica con una metáfora
futbolera: "La gente todavía no se va masivamente del estadio. Hay una
buena parte de la sociedad que votó a Macri en la segunda vuelta de 2015 para
hacerlo presidente que todavía se ilusiona o no descarta que pueda hacer un gol
y ganar el partido. Pero no sé cuánto tiempo le queda a su paciencia. Ya no
quieren explicaciones, sino goles", dice Knopoff.
La expresión de Dante parece ratificar el análisis. En su
demanda había angustia, pero no enojo, esa emoción detrás de la cual se esconde
el miedo (a lo peor), según explican los psicólogos. Hay sectores que la pasan
mal, pero que todavía no perdieron las esperanzas, es el argumento del
Gobierno.
Que el autor del reclamo haya sido un obrero de una empresa
de la construcción vinculada a proyectos estatales no tiene nada de casual y sí
mucho de causalidad. Los recortes de gastos del Estado para reducir el déficit
tienen sus consecuencias en las obras y en el empleo.
En el Ministerio de la Producción admiten que los sectores
más golpeados por la inflación, con la suba de tarifas en el tope de la tabla
de los gastos, son los de ingresos medios y medios bajos, principalmente del
sector formal. Los datos sobre el consumo lo confirman. No solo la cima de la
pirámide es la que sostiene, como es habitual y previsible, su nivel de gastos.
También en la base se registra un impacto menor que en los sectores medios,
porque la asistencia estatal se mantuvo y no se ha deteriorado tanto respecto
de la inflación, explican. De todas maneras, este último sigue siendo el
segmento más reactivo al Gobierno. El conurbano profundo sostiene al
kirchnerismo.
La economía y el voto
Frente a ese cuadro, la pregunta que surge es cuánto pesará
la economía en el momento de decidir el voto. Las opiniones empiezan a
divergir. Aurelio considera que tendrá carácter decisivo para un porcentaje
mayoritario de votantes. Por eso, le asigna altas posibilidades a una eventual
candidatura del exministro Roberto Lavagna, si es que lograra amalgamar sus
diversas exigencias. Resulta posible prever eclipses de los dos cuerpos
dominantes del sistema político, pero por ahora no hay instrumentos de
precisión que pronostiquen una alineación de los planetas.
Knopoff y Fidanza son más cautos. La segmentación social y las
motivaciones para elegir a uno u otro candidato todavía no permiten vislumbrar
tendencias firmes ni motivos únicos. El miedo a un 2001 está lejos, aunque en
los focus groups empiecen a aflorar referencias a ese fantasma. Por cierto, aún
con más ilusiones de conjurarlo que temor real a que se corporice.
En la Casa Rosada nunca cunde el pesimismo, a pesar de los
malos indicadores. "Es cierto que hay muchos, incluso entre nuestros
votantes, que están preocupados, angustiados y hasta decepcionados o enojados.
Pero esos sentimientos negativos no son tan duros, como los de que no la
quieren a Cristina ("la" rival). A nosotros no nos odian. El problema
es que suelen subestimar a nuestro núcleo duro de adherentes y sobrestiman al
de los que nos rechazan", sostienen con notable convicción.
Sobre la base de las previsiones y proyecciones que les
llegan de Hacienda y de Producción, mantienen, además, la confianza en que la
economía no empeorará y tendrá leves repuntes a partir de junio, que, aunque no
sean percibidos mayoritariamente, pueden mejorar las expectativas y, en
consecuencia, el humor.
En medio de amenazas concretas de un aumento de la
conflictividad gremial y social, con los inminentes paros docentes como señal
de largada y con condiciones objetivas para alentar el malestar, en el Gobierno
tomaron nota de lo ocurrido en la obra de Parque Patricios en la que Macri fue
interpelado. Pero solo después de los primeros momentos, en los que se
impusieron los reflejos optimistas.
Como es costumbre, en un principio los voceros
presidenciales optaron por encontrarle aspectos positivos al episodio
"Quedó demostrado que a Macri no lo ven como un presidente inaccesible y
que hay libertad absoluta para expresarse sin temor a represalias. Mauricio lo
escuchó, lo abrazó y todo terminó con un aplauso".
Es una parte de la realidad. Es posible que los acompañantes
de Macri se hubieran retirado junto con el Presidente antes de que los reclamos
terminaran y no vieran esos últimos segundos en los que un Dante casi derrotado
se retiraba repitiendo: "Hagan algo, la c... de mi hermana". O que
simplemente se tratara de hacer contención de daños.
La ausencia del periodismo, al que se lo excluyó de la
actividad presidencial, no impidió que lo ocurrido se difundiera. El celular de
un compañero del albañil y las redes sociales, que tan bien ha explotado el
oficialismo en sus campañas, bastaron para que se viera masivamente el mal
momento que pasó Macri en su exposición directa al humor social.
Tres días después, el discurso presidencial en el Congreso
pareció buscar darle alguna respuesta con palabras y con gestos también a ese
albañil angustiado que representó a miles más. El tono encendido de Macri; la
enumeración de logros (tangibles e intangibles, visibles e invisibles); su
expresión de que se hacía cargo de los problemas; "el dolor y la
angustia" manifestados por las cosas que pasaron el año pasado; el
recuerdo de la corrupción y de la herencia recibida, y la deliberada exhibición
de firmeza pueden inscribirse en el rubro respuestas y explicaciones para
Dante.
Si la realidad aporta datos para preocuparse por el reclamo,
el nombre del mensajero suma resonancias inquietantes. En el comienzo de la
Divina Comedia, el homónimo del albañil dice, casi con desesperación o
desesperanza: "En medio del camino de la vida, errante me encontré por
selva oscura, en que la recta vía era perdida".
En el tramo final del camino que emprendió en 2015, al
Gobierno le llegó la intimación de demostrar que el futuro, como pronostican
sus opositores, no será el infierno de Dante. Quizás en su favor ya nadie
espere que sea una divina comedia. Las aspiraciones se han vuelto más modestas.
© La Nación
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