El titular de la Conferencia Episcopal, Oscar Ojea, llamó
a «dar un corte radical» a los abusos sexuales que «son
también abusos de conciencia».
El presidente dela Conferencia Episcopal Argentina, monseñor Oscar Ojea, llamó a "erradicar los abusos en la Iglesia". (Foto/Prensa CEA) |
Nacionales - El presidente de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA), monseñor Oscar Ojea, exhortó
este lunes a los obispos argentinos a “dar un corte radical” a los abusos dentro de la Iglesia y a “no encubrir ni de lejos una denuncia que amerite una investigación”, a la vez que los llamó
a “renovar estilos de vida y estructuras de formación” para volver a “una auténtica austeridad de vida y transparencia”.
Así lo expresó en la homilía de la misa de apertura de la asamblea plenaria que reúne -hasta el jueves- a un centenar de obispos de todo el país, en
la casa de retiros El Cenáculo, de Pilar, en un encuentro que estará caracterizado por el tono electoral de este año y la preocupación de la Iglesia por la situación social.
“Estamos llamados a cuidar especialmente a los hermanos y hermanas de las periferias existenciales. Muchos de ellos, pequeños y pequeñas que debieron ser cuidados
y protegidos, fueron cruelmente maltratados en situaciones de abuso dentro de la Iglesia, que hoy estamos comprometidos a erradicar”, dijo el obispo de San Isidro en el sermón ante los obispos.
Ojea viene de participar de la cumbre anti-abusos que convocó Francisco entre el 21 y el 24 de febrero en el Vaticano, con la participación de los presidentes de los episcopados
de todo el mundo, en la que el Papa lanzó una serie de medidas para "erradicar la brutalidad" de la pederastia por parte de sacerdotes.
La homilía completa
Queridos hermanos: La Cuaresma nos vuelve a plantear el itinerario que nos lleva hacia la Pascua.
El texto de Mateo 25 es el Corazón del Evangelio. En el amor a los hermanos se define la autenticidad de nuestro Amor a Dios.
¿En qué situaciones concretas?: Cuánto hicimos o no hicimos por el más pequeño o por la más pequeña, a Él se lo hicimos o se
lo dejamos de hacer. Si nos diéramos cuenta del peso de estas palabras de Jesús, nuestra vida personal y comunitaria cambiaría radicalmente.
La santidad de la que habla el Libro del Levítico se concreta y se vuelve visible en el amor a los hermanos, especialmente a los más vulnerables: hambrientos, tristes,
enfermos, presos… los hermanos y hermanas de las periferias existenciales a quienes estamos llamados a cuidar especialmente. Muchos de ellos, pequeños y pequeñas que debieron ser cuidados y protegidos,
fueron cruelmente maltratados en situaciones de abuso dentro de la Iglesia, que hoy estamos comprometidos a erradicar.
Esta palabra del Evangelio nos llega en un momento en que la Iglesia toda esta empeñada en recorrer un camino de purificación. El Encuentro sobre la Protección
de los Menores en la Iglesia nos puso delante del pecado y del drama de los abusos. Abusos sexuales que son también abusos de conciencia y que siempre parten de un abuso de poder. Nos decía el Papa al terminar
el encuentro: “No se puede comprender el fenómeno de los abusos sexuales a menores sin tomar en consideración el poder, en cuanto estos abusos son siempre la consecuencia del abuso de poder, aprovechando
una posición de inferioridad del indefenso abusado que permite la manipulación de su conciencia y de su fragilidad psicológica y física”.
Hemos sido llamados vivamente por el Santo Padre y por toda la Iglesia a dar un corte radical a estas situaciones. A no encubrir ni de lejos una denuncia que amerite una investigación
para proteger a los menores y a los adultos vulnerables. Esto es importante, esencial y urgente, pero no basta. Estamos llamados a ir más allá.
Debemos renovar de raíz estilos de vida y estructuras de formación que han hecho posible que germinara en algunos clérigos un sentimiento de superioridad y de
dominio con respecto al pueblo fiel y que han facilitado que vivieran como si no tuvieran que dar cuenta a nadie de sus actos, en una situación de verdadera impunidad. Tenemos que estar sumamente atentos para que no
se creen entre nosotros estas condiciones que son favorecidas claramente por un clericalismo que ama las situaciones de privilegio y por la falta de una autentica austeridad de vida y de transparencia.
En el mismo Evangelio de Mateo nos dice también el Señor: “ustedes saben que los jefes de las naciones dominan sobre ellas y los poderosos les hacen sentir su
autoridad. Entre ustedes no debe suceder así”. (Mt 20, 25-28)
Dominar y hacer sentir la autoridad por si mismas son situaciones abusivas. Un pastor no domina, sino que acompaña, cuida e ilumina cuando es necesario, pero no hace sentir
su autoridad, sino que hace sentir su compañía aun en los momentos en que debe reprender o corregir.
Los abusos de poder en un sentido más amplio, unidos a los abusos sexuales antes mencionados, han contribuido a crear una actitud de rabia y enojo en muchos fieles, lo que,
en palabra del Santo Padre, es una expresión de la Ira de Dios. A esto se une una actitud crítica a la Iglesia que -haciendo leña del árbol caído- busca inhabilitarla para cumplir su función
de predicar el Evangelio y respondiendo así a su identidad y a su misión. Frente a esto no tenemos que victimizarnos ni sentirnos objetos de injusticias, es necesario -aprovechando el fuerte tiempo litúrgico
que nos toca vivir- buscar la voluntad de Dios que se esconde detrás de este momento de mucha confusión.
¿Qué nos está queriendo decir el Señor a través de estas graves contradicciones?
Debemos discernir cada situación concreta y alejarnos de las discusiones y confrontaciones, evitar dejarnos llevar por conductas meramente emocionales que nos pueden conducir
a distintos extremos, sea el de convertirnos en justicieros destructores o -en el otro extremo- en caritativos falsos; y al mismo tiempo tratar de salir de un estado de perplejidad que nos paraliza. Para llevar adelante todo
esto y a tono con el inicio de la Cuaresma es necesario hacer un profundo examen de conciencia y reconocer nuestros pecados. Todos somos solidarios en el pecado y hacer un examen de conciencia sobre lo que podemos haber hecho
mal, nos ayuda a vivir la virtud de la humildad que asegura la paz interior e ilumina el camino para tomar decisiones concretas a través de conductas claras que certifiquen que estamos en el rumbo del Evangelio.
El Papa nos decía citando a Edith Stein, Santa Teresa Benedicta de la Cruz: “en la noche más oscura surgen los más grandes profetas y los santos. Sin embargo,
la corriente vivificante de la vida mística permanece invisible. Seguramente los acontecimientos decisivos de la historia del mundo fueron esencialmente influenciados por almas sobre las cuales nada dicen los libros
de historia.”
En medio de esta hora que tiene grandes oscuridades no podemos dejar de valorar y agradecer a Dios por haber recibido como pastores tantos testimonios de vidas luminosas y transparentes
en nuestras comunidades.
Tenemos por delante un acontecimiento importante para nuestra comunión episcopal como la Visita ad Limina que haremos en el próximo mes de mayo y que será una
oportunidad de renovar nuestra fidelidad al Señor y a su Iglesia en la persona del sucesor de Pedro.
El Papa nos espera y nosotros viviremos este viaje como una verdadera peregrinación a las fuentes de una renovación personal, pastoral y eclesial.
Les pedimos desde ya a los futuros Beatos, Mártires de la Rioja, cuyo ejemplo de fidelidad brillo en un momento muy oscuro de nuestra Patria, que nos ayuden a transformar
este momento tan difícil para nuestra Iglesia en una auténtica oportunidad de conversión.
Informe: Télam y Agensur.info
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