Por Isabel Coixet |
Desde Joan Baez hasta Ai Weiwei, pasando por Angela Davis y el Pen Club, el
Gobierno catalán ha convencido a multitud de personalidades internacionales de
reconocido prestigio de que aquí vivimos en un país esclavizado, oprimido y
antidemocrático donde no se respeta la lengua catalana ni el hecho diferencial
ni la cultura catalana ni a los catalanes, a los que poco falta, de hacer caso
a la imagen que les están vendiendo a las susodichas y bienintencionadas
personalidades, que nos pongan grilletes nada más salir de casa. Cada vez que
leo las declaraciones de alguien a quien admiro, como Angela Davis o Ai Weiwei,
siento una mezcla de estupor y tristeza: me causa estupor que les hayan vendido
la moto tan fácilmente y tristeza que a gente coherente como ellos no se les
haya ocurrido contrastar los hechos que sus anfitriones tan elocuentemente les
deben de haber contado. Confieso que al leer las declaraciones de un informe
del Pen Club, en mi inocencia, pensé que se referían, al hablar de «contraer el
espacio para opiniones disidentes», a los que nos atrevemos a disentir del
discurso impuesto en estos pagos, pero rápidamente me di cuenta de mi error: se
refieren a lo suyo, a lo de siempre, porque para eso existe un Pen club català que
les explica a sus homólogos americanos las indignidades de ese espacio
contrahecho y asfixiante en el que se ven obligados a existir.
No sé
quién ha escrito el informe, pero desde aquí ya afirmo que no es que sea fake
news: es, lisa y llanamente, mentira. Y cualquiera con dos dedos de frente
y que esté mínimamente despierto y sobrio puede darse cuenta de que lo que
ocurre es justamente lo contrario: que somos los disidentes los que estamos
expulsados del espacio público y de todas las manifestaciones culturales,
sociales y políticas promovidas por el Gobierno catalán, que somos ciudadanos
de segunda categoría en nuestra tierra, que se nos tolera con el desdén
reservado a los niños díscolos a los que siempre hay que dar un par de azotes,
que se nos califica de «fascistas exaltados» por aquellos que tienen auténtico
comportamiento de fascista exaltado.
Es
lastimoso que cada dos por tres haya que recordar que España es un país
democrático, con una Constitución que costó sangre, sudor y lágrimas y que el
sector independentista está constantemente amenazando esta democracia con
insultos, proclamas, manifestaciones y continuas faltas de respeto al juego
democrático. Que, como maestros del populismo, estén aupando a la
extrema derecha española es ya la amarga guinda de este pastel de odio en
que quieren convertir la vida de los que lo único que queremos es vivir libres
y en paz.
La
última jugada maestra es colocar a Torra, presidente de rebote del Gobierno
catalán, alguien que tiene todas las características, el comportamiento y las
palabras de un político sumamente racista, dando una conferencia en el Instituto
Martin Luther King. Chapeau! Son hábiles, astutos y comprendo
que la estampa de «pueblo oprimido» es sumamente fotogénica. Sólo pido a quien
quiera escucharme, de aquí, de allá o de donde sea, que indague, que pregunte y
que contraste. Y luego hacemos un informe. O mil.
© XLSemanal
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