Por Roberto García |
La mayor rareza, sin embargo, pasa por la posible inclusión de dos candidatos
veteranos en la porfía, contrarios a la adolescente tendencia universal que
parece inspirarse en La guerra del cerdo. Uno en camino de los 80 y otro
desbordando esa edad, ambos con prosapia común, la genovesa, al extremo de que
al ex presidente Julio María Sanguinetti se lo distingue por
ese apelativo y al ex ministro de
Economía Roberto Lavagna ni se le ocurre
renegar de ese origen ligure.
Estos dos genoveses, en su sincronía, comparten una ubicación semejante:
son eventuales terceros en discordia para la primera vuelta detrás de otras dos
fuerzas mayoritarias, según las encuestas, y llegan a la candidatura por una
suma de fenómenos casuales, herederos de la navegación por estrellas y del
destino por descubrir mundos diferentes. Como Colón, el genovés más famoso.
La postulación de Sanguinetti, comentan, obedece a una insolencia. Se afirma que un razonable candidato (Ernesto
Talvi) del declinante Partido Colorado se le acercó para notificarlo de su
determinación y, sobre todo, de su voluntad por rehacer la agrupación política,
ese otrora batllismo que dominó Uruguay durante gran parte del último siglo y
hoy, cómodo, permanece tercero. Tal vez no fue afortunado al explicar sus
innovaciones, que suponían un entierro en vida del mañoso y maduro interlocutor
y el apartamiento de ancianos jefes comunales o provinciales, aquellos que a
sablazos –Sanguinetti es un experto esgrimista, tiene más de un duelo en su
haber– lograron mantener con un pulmotor al partido. Preguntó entonces
Sanguinetti por la suerte imaginada para esos influyentes caudillos y la
respuesta, al mejor estilo Macri apenas asumió su mandato, fue que su futura
regencia solo aceptaba hombres de limitada edad, jóvenes, impetuosos,
presuntamente formados y que los dirigentes del pasado se iban a disolver con
decisión y tiempo: ningún lugar para ellos. Como el ochentoso interlocutor que
tenía enfrente.
Un golpe a la mandíbula de Sanguinetti, quien al día siguiente (luego de
una mala digestión nocturna) resolvió como el marino genovés regresar a
América, presto para el combate y molesto con un necio que discriminaba a la
moda, casi malthusiano. Respuesta de un viejo, claro. Solo que, luego de un
complejo vitamínico, se lanzó a la interna del partido como candidato y, quien
no figuraba ni en las inscripciones, en apenas dos meses desde el piso ha
triplicado la intención de voto del que había dispuesto instalarlo en un
geriátrico.
La otra orilla. No parece
que Lavagna disponga de la misma estirpe temperamental que Sanguinetti, aunque
los dos reconozcan enlace original con La Serenísima. Más bien son espíritus
diferentes y, en política, ahora el ex ministro procede a la inversa de su
colega oriental: está en contra de reivindicar el peronismo clásico, antiguo,
no desea representarlo ni participar en su picadora histórica, menos promover a
viejos dirigentes con azaroso pasado y delatado prontuario.
Elige Lavagna entonces a sus compañeros de mesa, el menú, los lugares a
los que concurre y con quién se toma fotos. Reservado, ni cuenta su reunión en el San Juan Club con Duhalde, el
anfitrión, Julio Bárbaro y Rodolfo Gil, su estampilla
internacional, ex embajador como él. Hasta se pone nervioso con respaldos
probables como el de Hugo Moyano, al que Duhalde ofrece en cualquier
oportunidad sea por amistad o porque el sindicalista le debe un favor
inolvidable. Prescinde Lavagna, además, de realizar un esfuerzo por recuperar
judicialmente el Partido Justicialista –en manos del kirchnerismo vía Gioja–,
ese sueño que persigue el bonaerense y que encontró en Ramón Puerta un ariete y
sostén. No concuerdan.
Por el contrario, los cercanos a Lavagna entablaron negociaciones para
capturar un sello partidario de otra índole, la entente propia del Pocho Romero
Feris (Partido Autonomista), para enmarcar su propuesta institucionalmente y
recibir sin sospechas a figuras conocidas, quizás desabridas, pero ajenas al
mundillo peronista. Léase Miguel Lifschitz, Facundo Manes –alguien
que cautiva al economista por la infusa ciencia del cerebro– o el sanlorencista Matías
Lammens.
Hable con ella. Pero
ese tráfico de títulos ahora tambalea: dicen algunos que Romero Feris, con
compañía femenina, anteayer al mediodía fue a visitar el edificio donde vive
Cristina.
El impuesto a los sellos agita a sus dueños. Justo la ex presidenta resultó clave en las
diferencias de la comida. Como se sabe, Duhalde sostiene que dispone del “Sí de
la niña”, que ella le jura sentirse entusiasmada con la candidatura de Lavagna
y, naturalmente, le encantaría confrontar en una interna. Pero Lavagna reniega
de negociar parcelas, menos ir a unos comicios previos en los que carece de
aparato; sugiere en cambio que cada uno se presente por su cuenta y, en todo
caso, observar el resultado de las encuestas sobre el perfil de los candidatos
preferidos. Los sondeos, para él, han sido determinantes para diferenciarse por
obligación de Sergio Massa: alega que, luego de muchos meses, su
compañero de ruta no logra perforar un techo electoral reducido, por lo tanto
se diluyen sus expectativas.
Y brotan las suyas. A Duhalde le sonaban las
castañuelas cuando escuchó estas referencias, ya se sabe su opinión
sobre el tigrense. Al revés de lo que escuchó sobre Cristina, ya que por su
refugio de San Telmo del MPA, casi una unidad básica K, desfilan en busca de un
acuerdo las huestes de ella.
Por último, si uno supone que la reunión transcurrió como se detalla,
concluyó que Lavagna admite inclinarse por la constitución de un comité
de notables o conocidos que adscriba públicamente a su postulación (y
a su número dos, casi con seguridad Miguel Pichetto) para abandonar
la polarización, la pinza, de Cristina y Macri, confiando en que el odio por el
fracaso de ambos lo beneficie. Siempre que el odio sea el inspirador electoral
más fuerte.
Y que, según Duhalde, le ponga el gélido Lavagna más energía a su
aspiración, resumiendo el pedido que en ocasiones la tribuna les pide a sus
jugadores. Si al genovés Colón no lo cambiaban con esas demandas, menos a
Lavagna a los 77 años.
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