Por Isabel Coixet |
El primer ejemplo es la
facilidad con que todos aceptamos que las grandes compañías multinacionales se
pasen por el forro lo de pagar impuestos mientras todos los demás apoquinamos
sin chistar.
Cada
vez que leo cómo Amazon, Starbucks o Facebook se las apañan para ahorrarse
auténticas fortunas facturando en países x, emitiendo los pagos desde z y
recibiendo desde q, me pregunto por qué en vez de salir a la calle
por chorradas no nos tiramos a la calle a protestar contra esta injusticia
flagrante. Porque bastaría con que estos tipos pagaran impuestos como todo el
mundo para que un montón de problemas, incluidos el hambre en el planeta y la
educación universal, tuvieran remedio inmediato. Y aquí viene lo peor: ¿por
qué todos los que somos plenamente conscientes de esta aberración seguimos
dándoles dinero a los que nos roban? ¿Por qué? ¿Es masoquismo?
¿Negligencia? ¿Abulia? ¿Debilidad? ¿Por qué no reclamamos a nuestros gobiernos
que lo hagan? ¿Por qué lo aceptamos con resignación fatalista? No puede ser.
Cada vez que veo la cara de Zuckerberg, me dan ganas de cruzársela y de hacer que
me firme un talón. Sin rechistar.
Segundo
ejemplo: estoy aparcando el coche (mal, como siempre) en un parking al
aire libre de una pequeña ciudad francesa, Carcassonne. Y se me acerca un señor
con pantalón de chándal, anorak y gafas y me entrega un folleto, con una amplia
sonrisa. Haciendo eco a su sonrisa, sonrío a mi vez y le acepto el folleto
porque yo soy mucho de agarrar folletos o lo que sea que reparta la gente en la
calle. Pero la sonrisa solidaria se me queda atravesada en la cara cuando veo
que en la portada del susodicho opúsculo están los rostros de Marine Le Pen y
Salvini bajo el lema «nuestras ideas están arrasando en Europa». En el
interior, un pobremente dibujado mapa de Europa señala el creciente número de
países en que las ideas de estos señores están cuajando y sumando votos. Aunque
el mapa está burdamente exagerado, da miedo verlo. El folleto acaba con una
petición de dinero: si te identificas con nosotros, pasa por caja.
El
papel es indigno hasta para recoger la mierda de mi perro, pero decido
emplearlo para tal menester. Es un parco consuelo, pero, llegados a este punto,
presumo de que lo único seguro que nos queda son consuelos como estos.
© XLSemanal
0 comments :
Publicar un comentario